La España negra a debate

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

14 jun 2017 . Actualizado a las 08:20 h.

Podemos pinta a España de negro «porque necesita las malas noticias como el comer». Rajoy tiene razón. El PP viste a España de blanco porque necesita buenas noticias para tapar las cloacas. Iglesias tiene razón. Tampoco optará este comentarista por la salida fácil de mezclar ambos colores en la paleta y conseguir un gris más o menos oscuro. Sencillamente no se puede mezclar agua con aceite -acuarela y óleo-, la negrura de la corrupción con los «datos positivos» -ni tan blancos ni tan limpios- de la economía. Y como el largo debate de ayer versaba sobre corrupción, con algunas otras pinceladas de distracción, el «cuadro tenebroso» que ayer pintaron Irene Montero y Pablo Iglesias pertenece al género realista. 

Porque en el Congreso no se tramita estrictamente una moción de censura. En todo caso, una «moción de fogueo», por utilizar palabras de Rajoy. Asistimos, y no es poco, al debate tantas veces hurtado sobre la corrupción que anega la esfera pública española. Es falso que el objetivo de Pablo Iglesias sea «echar» hoy al PP del Gobierno, pero sí acierta en la denuncia y el diagnóstico: el partido de Rajoy «necesita una desinfección intensa». Lo demás, el desafío catalanista o los tics chavistas de Iglesias, el fantasma populista de un Gobierno «letal» o los datos económicos, solo le sirven a Rajoy para desviar la atención del público y exhibirse como nuestro ángel de la guarda. «No estoy invadiendo las instituciones ni las pongo a mi servicio», dice quien se acompaña en el hemiciclo del réprobo Rafael Catalá o del legitimador del fraude -Tribunal Constitucional dixit- Cristóbal Montoro. ¿Cómo podemos creerle que Pablo Iglesias banaliza tan grave asunto «con sus exageraciones»?

¿Justifica esa cascada de casos de corrupción y la instrumentalización partidista de las instituciones una moción de censura? Sin duda. Por mucho menos cayeron reyes, presidentes y primeros ministros en países de solvencia democrática. Pero la moción presentada por Podemos, tercera fuerza del arco parlamentario, no pretende derribar al presidente. Sabe Iglesias que no cuenta con apoyos suficientes ni tampoco los quiere: su veto a cualquier posibilidad de entendimiento con Ciudadanos lo demuestra. Al mismo tiempo que hace guiños al PSOE -«estamos obligados a entendernos», dijo ayer-, rechaza de plano el trato con el partido de Albert Rivera.

Y ahí se le ve el plumero. Ayer mismo enunció once medidas urgentes «para proteger la democracia» y drenar la corrupción. Medidas, añadió, «que no tienen una ideología distinta a la de la mayoría de españoles». Nuevas leyes de financiación de los partidos -prohibición de donaciones anónimas-, de contratos del Estado, para impedir las puertas giratorias, llevar al Código Penal el delito de enriquecimiento ilícito, derogar la llamada «ley Berlusconi» y demás. Propuesta, en principio, razonable. De ser sinceros, creo incluso que Ciudadanos podría ser más proclive que el PSOE a tomarla en consideración. Pero no. Podemos juega a otra cosa.