Sánchez y el crecimiento menguante

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Sergio Barrenechea

18 jun 2017 . Actualizado a las 10:33 h.

En un ambiente de culto al líder que recuerda los congresos a la búlgara de la antigua Europa comunista, se abrió ayer el del nuevo PSOE que se proponen forjar Sánchez y quienes le han dado el encargo de acabar con el partido derrotado en las primarias.

 La clara señal de lo que viene se encuentra en el lema, expulsivo y excluyente, que el secretario general ha escogido para el 30.º Congreso: «Somos la izquierda». Basta compararlo con los abiertos e incluyentes de los congresos anteriores («Construir en libertad», «Raíces para la democracia», «El nuevo impulso del socialismo», «La repuesta progresista», «El compromiso», «La fuerza del cambio») para constatar la envergadura del giro que Pedro Sánchez se propone: convertir al PSOE en un doble de Podemos para, así, mantenerse por delante de Podemos.

La ocurrencia parte, sin embargo, de dos errores de principiante, que Sánchez pagará en cuanto se desvanezca el espejismo demoscópico que ha provocado su victoria. El primero es de cajón: a un partido se lo combate criticando su discurso y no confirmándolo, que es lo que el líder del PSOE tiene en mente: reconocer que Podemos dice la verdad cuando habla de un país hecho jirones, de una cloaca de corrupción y de miseria, de un Estado de bienestar desmantelado… para proponerse de inmediato como la única alternativa a la derecha. ¿Por qué habrían de creerlo así los electores socialistas que, indignados, se han pasado a Podemos? ¿No ve Sánchez que el PSOE, que ha gobernado más años que ningún otro este país, jamás podrá ocupar la posición virginal de quien, por no haber entrado aún en la Moncloa, puede criticar y prometer sin ningún límite?

El segundo error no es menos evidente. Un partido no puede aumentar su número de votos reduciendo el espacio electoral en que compite. Tal principio es el que explica que la mayoría de los partidos modernos se hayan convertido en lo que el politólogo alemán Otto Kirchheimer denominó, ya en 1966, catch-all parties (partidos atrapalotodo) que tienden de forma natural a ubicarse en posiciones centrales para recoger el mayor número posible de electores.

Despreciando lo que enseña la historia, Sánchez se propone crecer enclaustrándose en la izquierda, cuando es bien conocido que en España las elecciones se ganan en el centro. Su decisión, insólita en cualquier caso, lo es más si se tiene en cuenta que los electores moderados socialistas tienen una opción de centro (Ciudadanos) que les permite cambiar de voto sin tener que irse al PP.

Pero todo eso a Sánchez parece darle igual pues, urgido por una ambición sin límites, él no aspira a ganar las elecciones, sino solo a ser el primero de la izquierda para gobernar con Podemos y sus aliados cuanto antes. Por eso resulta tan bochornoso que aplaudan su nuevo PSOE, que es mucho más viejo que el que se propone desmontar, los que echaron a Pedro Sánchez para evitar que alcanzara el que es ya su único objetivo.