Las zanahorias de Montoro

Fernando Salgado
Fernando Salgado LA QUILLA

OPINIÓN

Kiko Huesca

22 jun 2017 . Actualizado a las 08:06 h.

Cristóbal Montoro, el ministro-detergente que hizo de la Constitución mangas y capirotes para blanquear el dinero de los defraudadores, es el máximo exponente de la teoría del palo y la zanahoria. Remedando chapuceramente a Jeremy Bentham, el hombre está convencido de que toda acción humana la impulsan «dos amos soberanos: el dolor y el placer». Castigo y recompensa. A Dios rogando y con el mazo dando. Así se mueven los pueblos y los contribuyentes.

 En la sesión de control del 11 de junio del 2012, el ministro-detergente resumió la filosofía que inspiraba su amnistía fiscal: «Palo y zanahoria para la regularización de la economía sumergida». Anteayer, víspera de otra sesión de control, anunció que esta vez las zanahorias -la bajada de impuestos- las dejará para el final de la legislatura. «Tenemos que tener zanahorias para la negociación», dijo. De momento toca palo.

El ministro-detergente sigue fiel a su teoría, pero ha cambiado cucamente los sujetos que la sufren o la disfrutan. En el 2012, delincuentes de toda laya engulleron plácidamente la zanahoria que les colocó ante el hocico. Y los latigazos, en forma de subidas del IRPF, IVA y demás, restallaron en la espalda del contribuyente que cumplía sus obligaciones. En el 2017, la zanahoria nos la promete «en diferido» y no busca taponar agujeros en las cuentas públicas o aliviar nuestro maltrecho bolsillo, sino simplemente que votemos al jinete que nos fustiga. Tampoco debería pasar inadvertido el insulto que implícitamente nos dedica: el burro del 2012 era supuestamente el defraudador, el asno del 2017 somos todos los ciudadanos con derecho a voto.

El ministro-detergente tiene, además de desparpajo a raudales, una jeta que se la pisa. Está endiosado y se atribuye la prerrogativa de repartir a su antojo premios y castigos. Hacienda no somos todos: Hacienda es Montoro. Un día reclama la presunción de inocencia para Cristiano Ronaldo y nos riñe a los españoles por criminalizarlo. Otro día reclama, nada menos que en el Congreso, la presunción de culpabilidad para periodistas o actores. El Tribunal Constitucional lo pilla con el carrito de las zanahorias, pero él alega que su indulto solo fue una «medida excepcional» para salvar al país de la bancarrota, lo que sin duda justifica la violación excepcional de la Constitución. ¡Tome nota el señor Puigdemont!

Escribo antes de que el ministro-detergente comparezca en la sesión de control del Congreso para rendir cuentas. Pero no se apuren, conozco de antemano el resultado de la bronca y no tendré que desdecirme. En parte ya se encargó de anticiparlo el interesado: no se va del cargo porque tiene trabajo (afortunado él, que aún dispone de ese bien escaso). España lo necesita para que siga administrando palos y zanahorias. Algo que deberían asumir los ingenuos aprendices de Savonarola -título otorgado por Rajoy-, aquel monje dominico que organizó las hogueras de las vanidades y acabó chamuscado. ¿Pero todavía hay quien ignore que Cristóbal Montoro está fabricado con material incombustible?