Cataluña danesa y España magrebí: ¡Anda ya!

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

LLUIS GENE

28 jun 2017 . Actualizado a las 08:44 h.

Las majaderías desaguadas por el alcalde socialista de Blanes resultarían solo una anécdota penosa de no ser porque expresan, a lo bruto, una idea compartida por no pocos catalanes respecto de la superioridad de Cataluña sobre el resto del país. Miquel Lupiáñez, que así se llama el regidor del municipio gerundense, nos explicó primero la notable ventaja de su comunidad: «En Cataluña hay valores que se viven y se miden de otra manera. No es que el resto del mundo no exista. Pero aquí los parámetros son: responsabilidad, compromiso, avanzar y premiar el esfuerzo». Por si la cosa no había quedado clara, Lupiáñez, mostrando esos valores, ejemplificó sus prejuicios sin reparos: Cataluña -dijo- es tan diferente del resto de España como Dinamarca del Magreb. 

La boutade podría tener una sencilla explicación: que el alcalde no sepa nada de Dinamarca y del Magreb y haya tirado a voleo sin ser consciente de que la comparación es ofensiva, por razones evidentes, para los cuarenta millones de personas que viven en España fuera de las provincias catalanas. Tal explicación resulta improbable, sin embargo.

Y es que la idea de que Cataluña es Europa y el resto de España la frontera norte del continente africano no solo está hoy extendida entre muchos catalanes (sobre todo nacionalistas), sino que ha conformado el discurso catalanista desde su mismo nacimiento: España como país atrasado, bárbaro y hambriento, con una capital, Madrid, que no era más que un polvoriento poblacho de majos, organilleros y sablistas. Tal visión -una sectaria falsedad ya cuando nació- no resiste el más mínimo contraste con los hechos. Pues el atraso y el avance están hoy, tanto en España como fuera, muy repartidos y dependen menos de divisiones regionales, que de contrastes de hábitat y renta. En cuanto a lo de premiar el esfuerzo, basta mirar a los Pujol para saber que en todas partes cuecen habas.

Hay algo, eso sí, en lo que la mayoría del territorio nacional es más moderno, en general, que el catalán: en el proceso de fijación de identidades, mucho más tribal en Cataluña (donde depende en grandísima medida solo del lugar de nacimiento) que en el resto del país, en el que intervienen otros muchos factores, como ocurre en todas las sociedades complejas hoy en día. Puestos a ser provocadores, cabría contestarle al alcalde de Blanes que si hay algo de magrebí en nuestro país es el nacionalismo, que vive obsesionado con la tribu territorial a la que pertenece cada uno.

El hecho de que Miquel Lupiáñez sea un hijo de andaluces que llegó a Blanes con ocho años procedente de Narila, en la Alpujarra granadina, confirma otra paradójica realidad ya conocida: la asunción del complejo de superioridad por sectores de la población inmigrante que han tratado así de integrarse y superar el complejo de inferioridad que nacía del rechazo nacionalista a los de fuera. Todo, como se ve, muy moderno y europeo.