La comercialización en nuestras vidas

OPINIÓN

30 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace un tiempo le vengo dando vueltas a valorar si es mejor exprimir al máximo las posibilidades que surgen o si merece más la pena que algo esté llevado por pocas personas pero con mucho talento. Me refiero a que hay propuestas, luchas e iniciativas que empiezan no con pocos problemas y llegado un día alcanzan tal éxito que se nos va a veces de las manos el origen por el que fueron creadas. Voy a poner dos ejemplos.

Estamos en la semana del Orgullo LGTBIQ. Le pese a quien le pese, seguimos necesitando reivindicar que amar no es delito, y que en la esfera privada de una persona el único que puede decir algo es ese propio individuo. El deber de los demás es respetar su modo de vida. Sin embargo seguimos en un mundo donde hay muchísimos países que no respetan esta cuestión, llegando a castigar con cárcel, torturas e incluso la muerte a quien siente que le gustan las personas de su mismo sexo. Tampoco nos libramos las sociedades más abiertas, porque todavía se escandalizan algunas personas porque los bancos de la plaza de la Escandalera estén pintados con los colores de una bandera que por encima de todo significa libertad, como es la del arco iris. Pero apoyando todas estas iniciativas y reivindicaciones, se ha creado de manera adyacente un negocio. Es lícito, es legal y por ahí no van mis observaciones. Voy más bien al uso mercantilista que nace al fijarse el mercado de que hay negocio. Ahí es donde empieza la complicada línea entre defender unos ideales por convicción con los que simplemente saben que, independientemente del fin, pueden hacer caja con ello.

En mi última estancia en Santiago de Compostela volví a comprobar la importancia que tiene para la ciudad el Camino. Miles y miles de personas llegan a pie, en bici, en coche y por otros medios hasta la meta, hasta Obradoiro. Yo mismo, en mis últimas vacaciones, recorrí el Camino Primitivo, y se lo recomiendo a todo el mundo porque de Oviedo a Santiago hay cultura, belleza, naturaleza, compañerismo entre los peregrinos, relajación… Pero también, y sobre todo más en Galicia que en Asturias, negocio. El merchandising que se crea y la rentabilidad que le supone a la hostelería y hotelería genera una actividad económica que a veces uno piensa: ¿esto se mantiene por una cuestión de fe, sea religiosa o no, o por el negocio que supone?

 No he descubierto la pólvora en este artículo, pero alrededor nuestro, cuando nos planteamos por qué unas luchas o unas iniciativas culturales tienen éxito, a veces hay que aceptar que el tejido económico es lo que empuja realmente a que se consolide o a que desaparezca. A mí me gustaría que primase más el aspecto social, la parte reivindicativa, y no la comercial, pero soy consciente que forma parte de nuestras vidas. Lo ha sido, lo es y lo será, porque tal y como decía Quevedo, poderoso caballero es don dinero. Pese a ello, que nunca nos falte las ganas de luchar por lo que creemos que es mi más justo.