El Tigre de Bengala y el periodismo

OPINIÓN

14 jul 2017 . Actualizado a las 13:39 h.

Hace años, allá por los comienzos de los dosmiles, pasaba yo un verano de prácticas muy interesante en la redacción de un periódico de la periferia de la periferia de las cuencas mineras. Salíamos de noche tanto que apenas recuerdo cómo eran los días. Si me preguntáis cuánto sol o cuánta lluvia hizo en aquel verano de prácticas interesante no os sabría decir. Recuerdo eso sí que tecleábamos sin descanso y nos reíamos bastante. Hablábamos mucho con la gente de los bares de donde salía más de una noticia (una vez, en una noche de conversaciones de bar hasta nos enseñaron un «escalasnicof (sic) con punto de mira», lo cuento ahora porque ya prescribió). Lo de sacar noticias de los bares no era (ni es) tontería porque en aquellos veranos de los comienzos de los dosmiles sudábamos la gota gorda para rellenar páginas y páginas y páginas y páginas de periódico en pleno verano. Máxime teniendo en cuenta que en las susodichas cuencas mineras asturianas donde yo ejercía el periodismo local no quedaban muchas más personas que los plumillas y foteros que conformábamos las redacciones de los periódicos de la periferia de la periferia. El resto, salvo los dueños de kalashnikov (que además invitaban a copas como si no hubiera un mañana), se había marchado a esos largos veraneos que solían practicarse en los comienzos de los dosmiles.

En aquellos días de verano interesante no sé por qué ni cómo había llegado hasta allí pero andaba por encima de las mesas el peluche de un Tigre de Bengala... ¡Un momento...! Acabo de darme cuenta de que a lo mejor, líder sindical mediante, sí tenía su razón de ser la presencia de aquel tigre en aquella redacción en concreto, mirad por dónde voy a encontrar escribiendo esto la explicación. Total, que como andábamos caninos de noticias un día se nos ocurrió que si poníamos el susodicho Tigre de Bengala en la calle Dorado y hacíamos que alguno de los Fernandos foteros que trabajaban en el periódico lo fotografiara estratégicamente desde lejos haciéndole parecer uno de verdad, podríamos causar una alarma tal que rellenaríamos páginas de periódico durante al menos 3 días.

«Avistado un tigre de Bengala en el centro de Sama», sería el titular. Después ya nos encargaríamos de decir dentro de la noticia que bueno... Que igual era un poco exageración y drama y que ni tigre ni bengala ni alarma. Nos reímos tanto pensando titulares de la noticia que se nos fue el tiempo y nos cayó una bronca de la redacción central pimpanuda: «¿Que ye que en Cuencas no tenéis pensado sacar edición mañana?». Tuvimos que teclear a velocidades estratosféricas aquella tarde y también tuvimos que acabar escondiendo el tigre de peluche porque cada vez que lo mirábamos nos daba un ataque de risa descomunal. Así éramos

Otro día llegó un compañero por la mañana con la noticia de que al dueño de la tienda El Mapa casi lo había atropellado un coche en la calle Constitución a la altura de la floristería Arco Iris. El plumilla había sido testigo del suceso y tenía los pelos como escarpias. Al jefe de turno no le acababa de convencer el «casi» del suceso pero el redactor, que tenía que rellenar tres páginas ese día, se veía capacitado para sacarle al «casiatropellado» unas declaraciones con las que cubrir, mínimo, una de esas páginas. Al final nos dio por ponernos en plan «sentido común ON» y no hubo noticia del «casi» atropello. Eso sí, aprovechamos la coyuntura para hacerle un reportaje al dueño del emblemático EL Mapa por regentar uno de los negocios más históricos de las cuencas mineras y sobretodo, por aguantar como un jabato en el fuerte apache sin marchar de veraneo, y acompañar a los plumillas para que no estuviéramos solos en las calles cuenquiles. ¡Era uno de los nuestros! El reportaje dejó frases memorables. Mi preferida: «El leopardo se lleva horrores esta temporada». (Era mentira, nosotros sabíamos que lo que se llevaba horrores esta temporada era el Tigre de Bengala, pero no queríamos polemizar con el hombre).

Ay señor. ¡Qué risión pasamos!. Y hoy que me puse así intensita en plan Añoranzas de Plumilla, pienso que desde aquel verano de los comienzos de los dosmiles hasta ahora han cambiado muchas cosas.

Por ejemplo, ahora sería impensable que un paisano en plena noche abra el maletero de su coche para enseñarnos un kalashnikov con punto de mira y quedarse tan picho. Y ahora, estoy segurísima, un peluche en el centro de la calle Dorado o un «casi» atropello en la Calle Constitución, serían noticia de periódico, y tal vez a doble página.