Orgullo Garbiñe e increíble Roger

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

MATTHEW CHILDS

18 jul 2017 . Actualizado a las 08:44 h.

No es un torneo. Es el orden y la perfección llevadas a un inmaculado torneo. Wimbledon tiene algo que atrae. Logra que creamos que el caos se puede aniquilar durante dos semanas. Algo contrario a la vida, que siempre trae su ración de desastre. Esta edición ha sido fabulosa. Los dos campeones jugaron con traje de gala. Garbiñe aportó el orgullo, con victoria española y frente a la diosa Venus. Roger Federer volvió a vestir de smoking para ganar sin sudar ni dudar frente a un Mario Cilic, gigante de casi dos metros que se echó a llorar como un niño en un ataque de angustia o pánico. El tenis que jugó Garbiñe Muguruza fue portentoso. De una fortaleza que ni en Juego de Tronos. Solo hubo un set, el primero del 7-5. Luego desesperó a Venus Williams, que no supo pelear contra un espejo. Venus golpeaba fuerte, tenis de ataque, y Garbiñe le devolvía los mismos decibelios, pero con más paciencia, con una ración de piernas y defensa que hacía que los ganadores de Venus terminasen por ser perdedores. Las dos juegan unas bolas afiladas que cortan. Pero fue Garbiñe la que desangró a su rival planeta, con un segundo set perfecto. Y cuando se habla de perfección se habla de Roger Federer. Otra vez ganó Wimbledon sin ceder ni un set. Cierto es que los tres que podían hacerle frente se despeñaron por el camino. Nadal, en un partido maratón contra Muller. Djokovic se mató solo, otra vez contra su cabeza. Y a Murray le falló la cadera. Pero no sé si alguno de esos tres magníficos hubiesen podido en esta edición con la excelencia que Federer ha alcanzado con la edad. Roger es el único que pisa la cumbre del tenis de genio que se merece este torneo. Lleva ocho títulos, pero pueden ser más. Si alguien puede decir con ocho no basta es Roger. Algún día no nos creeremos que lo vimos en directo. Y nos quedarán las grabaciones de sus sinfonías con la batuta de su raqueta.