Crimen o suicidio, la víctima de una época

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

20 jul 2017 . Actualizado a las 08:33 h.

No hay nada como una muerte en extrañas circunstancias para excitar la imaginación. Y tampoco hay nada como un difunto famoso, primero temido y después odiado, para convertirnos a todos en novelistas de ocasión. Ocurrió con Miguel Blesa. Antes de que se conozcan el resultado de la autopsia y las investigaciones policiales, se puede decir que este país se dividió en dos: quienes dieron por buena la hipótesis inicial del suicidio y quienes se inclinaron decidida y arriesgadamente por el asesinato. Hay apariencias que hacen creíble cualquiera de las dos versiones.

Agatha Christie encontraría en esa finca de Córdoba el escenario ideal para una de sus intrigas. Su inspector, vestido de guardia civil, estaría interrogando a esta hora a cada uno de los presentes en aquel cortijo para encontrar pruebas, desechar pistas y comparar coartadas. Pero estaría tan despistado como cualquier ciudadano que haya dedicado un minuto a pensar en esa muerte y sus circunstancias. ¿Hay razones para un crimen? Nunca las hay, pero bastó ver las imágenes que repusieron las televisiones para recordar el odio que Blesa suscitaba. No solo odio: también ira de todos los estafados y arruinados por su gestión en Caja Madrid. Son miles de ciudadanos que convirtieron a Blesa en enemigo público. Si los servicios de seguridad no lo hubieran impedido, el señor Blesa habría sido linchado por la multitud enardecida contra él.

Y hay también motivos para considerar creíble la hipótesis del suicidio. Blesa fue siempre un triunfador. En los años de los despropósitos, fue un hombre al que todos se acercaban con la boca llena de lisonjas. Se sabía una de las personas más influyentes de España, que financiaba legalmente al PP y tenía línea abierta con todos los miembros del Gobierno, empezando por su presidente. Era una parte sustancial del poder económico, aunque tuviese los pies de barro metidos en una cloaca. Y de pronto se vio convertido en personaje deleznable. Supo lo que es abrir un periódico y verse como símbolo del bochorno nacional. Supo qué es el miedo a salir a la calle, porque la gente lo insultaba y amenazaba. Y supo lo que es estar en la cárcel y tener la seguridad de que iba a volver y quizá para siempre. Quitarse de en medio pudo haber sido algo más que una tentación.

Haya sido cual haya sido la causa de su muerte, la corrupción, los excesos y los abusos de una época aciaga ya tienen su víctima mortal más famosa. Y no digo la primera, porque nunca sabremos cuántos ciudadanos se han quitado la vida al encontrarse sin trabajo, sin techo y sin pan para sus hijos. Han sido más de uno. Yo conocí a más de uno. Pero no hicimos noticia de ellos porque no se llamaban Blesa ni tenían su notoriedad.