¿Turistas «go home»? Estamos aviados

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

PACO RODRÍGUEZ

11 ago 2017 . Actualizado a las 08:13 h.

Del grado de cerrilismo reaccionario al que han llegado en España los izquierdistas que viven convencidos de personificar la quintaesencia del progreso da idea la violenta campaña emprendida contra el turismo en varios territorios: Cataluña, Valencia, País Vasco y Baleares. ¿El turismo? Sí: ese que, según sabe todo el que no carezca de bipedestación y palabra articulada, aporta una parte muy relevante de nuestro PIB y que es, en consecuencia, fundamental para el empleo.

Que el turismo presenta aspectos negativos es una verdad de Perogrullo. ¿Qué actividad humana no los tiene? Los grandes descubrimientos o inventos de la historia (desde el fuego hasta los aviones) sirven para lo mejor y lo peor: el fuego para cocinar unas chuletas a la brasa macanudas, pero también para plantar candela a un monte. Los aviones para viajar rápido, cómodo y seguro, pero también para perpetrar crímenes masivos.

La posibilidad de que cientos de millones de personas hagan turismo por los cinco continentes supone uno de los cambios más impresionantes de la modernidad: uno de los que más han contribuido a abrir las mentes, a valorar nuestras diferencias como una riqueza y no como un defecto, a disfrutar de la vida y, con ella, de las inmensas maravillas que ofrece el viejo planeta que habitamos. Claro que esa posibilidad puede generar desequilibrios sociales, abusos económicos y peligros culturales que deben ser valorados de forma permanente y oportunamente corregidos por quienes en cada lugar tienen la responsabilidad de velar por el bien público. En eso, entre otras cosas, consiste la democracia como forma de gobierno.

Quienes no creen en ella, ni en la ley como mecanismo de regulación social, han decidido hacerle al turismo -es decir, a los turistas y a las empresas que les prestan todo tipo de servicios- la guerra por su cuenta con el único instrumento que de verdad saben manejar: la violencia, de la que echan mano en mayor o menor grado. A ello no debe de ser ajeno el creciente desprecio del Estado de derecho que vivimos en España, donde algunos gobernantes proclaman tan tranquilos que ni cumplirán las leyes ni acatarán las sentencias judiciales. Y donde la violencia va ganando espacios cada día a base de que quienes la ejercen lo hagan en la más absoluta impunidad.

Es en ese ambiente el que se mueven como pez en el agua los chiflados antiturismo, convencidos de ser los verdaderos representantes de un pueblo al que, en realidad, desprecian por completo. Porque es el pueblo llano, que en el último medio siglo ha podido viajar gracias a una mejor distribución de la riqueza, el que ha convertido en masivo el turismo en todas partes. Y porque es el pueblo llano el que ha visto cómo su nivel de vida mejoraba a medida que los turistas llegaban para gastarse los dineros ganados con su esfuerzo y su trabajo. Cosas, ambas, que ni les suenan a estos profesionales del follón.