Las Ramblas son el mundo

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CON LETRA DEL NUEVE

OPINIÓN

19 ago 2017 . Actualizado a las 10:20 h.

Barcelona es, probablemente, la ciudad  más prodigiosa del universo. En los tebeos de Astérix unas veces dicen que la ciudad más prodigiosa del universo es Lutecia (París) y otras veces que es Roma. Pero, en el fondo, todos sabemos que se trata de Barcelona. Y también somos conscientes de que en Barcelona, la calle de las maravillas se llama la Rambla, que, en realidad, no es una única calle, sino varias calles con una única alma o varias almas con una única calle, vete tú a saber. 

Lo único que sabemos de las Ramblas es que empiezan en la plaza de Cataluña, donde la terraza del Zúrich, y que luego se derraman, acera abajo, hasta el dedo de Colón apuntando a América. Las Ramblas son la Rambla de Canaletas, donde está la famosa fuente en la que el Barça celebra sus títulos, la Rambla dels Estudis, la Rambla de Sant Josep, la Rambla dels Caputxins y la Rambla de Santa Mónica. Yo, que fui un estudiante del antiguo patio de ciencias de la Universidad de Barcelona, aún recuerdo la Rambla con sus quioscos llenos de canarios y de flores, mucho antes de la turismofobia y otras fobias que vinieron antes o después, ya no me acuerdo.

Uno bajaba la Rambla desde el café Zúrich y llegaba primero al mosaico de Miró y luego al Mediterráneo, dejándose arrastrar por la marea de trileros, carteristas, viajantes de lencería, estatuas parlantes, mendigos, jubiletas, charlatanes, ajedrecistas, novios peleados e imitadores de Maradona. 

Ahora unos desalmados nos quieren robar las Ramblas, como si pudiesen sacarnos la sangre de las venas así como así. Como si se pudiese borrar con una furgoneta la calle más prodigiosa de la ciudad de los prodigios. Pero lo que ignoran los asesinos es que nuestra civilización consiste, precisamente, en pasear por las Ramblas, en que uno se deja llevar por el río de la Rambla de Canaletas, dels  Estudis, de Sant Josep, dels Caputxins, de Santa Mónica, y lo entiende todo, o no entiende nada, pero amanece en otro mundo.

Nadie puede robarnos las Ramblas, por mucha sangre inocente que derrame. Porque las Ramblas son el mundo. Porque las Ramblas son el prodigio de la ciudad más prodigiosa del universo. Porque las Ramblas son el río de la vida.

Aún recuerdo la Rambla con sus quioscos llenos de canarios y de flores, mucho antes de la turismofobia y otras fobias que vinieron antes o después, ya no me acuerdo