No hay paraíso para los terroristas

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

20 ago 2017 . Actualizado a las 10:37 h.

Por desgracia no somos novatos. Nuestro país ha sufrido la lacra del terrorismo como pocos. Aprendida la terrible lección del 11 de marzo del 2004, logramos librarnos de posteriores ataques gracias, sin duda, a la gran labor de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que han detenido a centenares de personas vinculadas con el terrorismo yihadista. Y es que, desde la irrupción del autoproclamado Estado Islámico en el escenario internacional en el 2015, nos hemos mantenido en un estado de alerta máxima, observando con creciente preocupación los atentados que nuestros vecinos sufrían, muy conscientes de que nuestro país era un objetivo prioritario.

La buena suerte nos abandonó el pasado jueves cuando, tras la explosión accidental de una casa ocupada en Alcanar, que probablemente frustró una acción más dramática, un criminal sin escrúpulos se lanzó por las Ramblas de Barcelona atropellando a toda cuanta persona pudo. La acción de cinco terroristas más, abatidos en Cambrils, remató una jornada dramática. Imposible no sentir escalofríos ante las imágenes de los cuerpos inertes sobre las aceras y de las personas huyendo despavoridas sin saber muy bien por qué. Nuestro afecto y solidaridad para las víctimas y los familiares de los fallecidos y de los heridos. Podría haber sucedido en cualquier lugar y a cualquiera de nosotros. Y, lo que es peor, puede volver a repetirse y poco podemos hacer para evitarlo, porque la sinrazón del terrorista es un factor imposible de controlar.

Sin embargo, sí hay algo que podemos hacer: recordar que estos terroristas son unos frustrados cobardes en busca de un protagonismo que de otro modo jamás obtendrían. No son mártires y tampoco les espera el paraíso. Lo único que obtendrán será el infierno del olvido y la vergüenza de haber asesinado a inocentes, entre ellos a niños de 3 años. Porque no hay paraíso para quien muere matando por una interpretación torticera de la fe. Porque, contra lo que pudiera parecer, son ellos los que nos tienen miedo. Nos temen porque, hagan lo que hagan, siempre les esperará el fracaso mientras nosotros, pese a nuestro dolor, seguiremos viviendo en igualdad, libertad y democracia.