Las flores de las Ramblas

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado VUELTA DE HOJA

OPINIÓN

Alberto Estévez | efe

20 ago 2017 . Actualizado a las 10:32 h.

La Rambla de las Flores se llama así porque en el siglo XIX era la única calle de Barcelona en la que estaba permitido venderlas. Esto la convertía en una explosión de color. «La quintaesencia de Barcelona, cuya belleza cambia con cada estación del año», escribía Alexandre Cirici. Las floristas de entonces eran una aristocracia de la venta callejera. Reunían a su alrededor a señoritos enamoradizos que les escribían poemas y les daban la lata. Fue allí, por ejemplo, donde el pintor impresionista Ramón Casas encontró a su famosa modelo Júlia, una joven vendedora de lotería y rosas a la que primero pintó adornada con flores y después se casó con ella.

El lugar es ahora una sombra tenue de lo que fue. Desde hace ya algunos años que los floristas de las Ramblas se quejan de que su negocio va mal. En parte es la venta por Internet, en parte los cambios en las costumbres sociales, que hacen que cada vez se expresen menos los sentimientos por medio del lenguaje de las flores. Y en el caso de las Ramblas es sobre todo el nuevo turismo que solo compra recuerdos baratos. Los puestos de floristería se han reducido a la mitad y los que quedan no tienen más remedio que alternar la «flora y planta» con los souvenirs, las postales de los jugadores del Barça, las pulseras de colores y los imanes con forma de flamenca para poner en la puerta de los frigoríficos.

Puede que un día desaparezcan las flores de la Rambla de las Flores de Barcelona, como un día dejaron de escucharse los cantos de los pájaros que se vendían también allí junto con su paquetito de alpiste. Y sin embargo, la Rambla es todavía, como decía Andreu Artís hace muchos años, un calendario que le sirve a Barcelona para saber en qué estación está. Si se ven mimosas y margaritas es que es invierno; si jazmines, azaleas o amapolas, es primavera; dalias y crisantemos, otoño... Por supuesto, hoy en día los invernaderos permiten encontrar casi todo tipo de flores a lo largo del año, pero el precio hace que sigan predominando las que son de temporada. En teoría, uno podría saber en qué momento del año está con los ojos cerrados, simplemente respirando el aroma.

El ataque del jueves ocurrió en agosto, con lo que imagino que en los puestos de las floristas habría sobre todo gladiolos, y puede que dalias o nardos. Con toda seguridad habría rosas, que en Barcelona se valoran tanto que a raíz de la fiesta de Sant Jordi se ha fijado su cotización en paridad con el libro. Así que olía a verano cuando la furgoneta de los terroristas, blanca como la muerte, empezó su recorrido ahí, justo antes de la Rambla de las Flores. Pasó veloz golpeándolo todo, las personas y los kioskos, dejando a su paso cuerpos y flores desperdigadas, un reguero de sangre y rosas rojas. Para cuando se detuvo frente al Teatro del Liceo, las Ramblas eran un río de dolor y muerte. No muy lejos, en una pared, una de las pintadas de la campaña contra el turismo de masas en Barcelona dice en inglés «Kill tourists» (Matad turistas). Y ha ocurrido. Hay que tener cuidado con lo que se escribe. La palabra escrita funciona a veces como un ensalmo y no distingue entre las hipérboles y los deseos. Pero dejemos eso.

A las pocas horas del ataque empezaron a aparecer los homenajes espontáneos a las víctimas: velas, papeles con eslóganes ingenuos... También flores. Imaginé que algunas de esas flores serían de las que se venden en la Rambla de las Flores, o incluso de las que quedaron por el suelo en la matanza y la estampida. Serán gladiolos, puede que dalias o nardos, y con toda seguridad rosas rojas.