Heráldica de varillas

Luis Ordóñez
Luis Ordóñez NO PARA CUALQUIERA

OPINIÓN

27 ago 2017 . Actualizado a las 20:29 h.

Tampoco hay muchas cosas que decir. Lo importante de verdad se resume en apenas tres ideas que hay que tener un poco claras. Años atrás, después del atentado más sangriento de la historia reciente de España y en víspera de unas elecciones, una parte del espectro político y social se apuntó a una teoría de la conspiración alocada y sin sentido, a la que se entregó durante más de una legislatura, tratando de deslegitimar el resultado de los comicios, acudiendo a las más estrambóticas tramas y complots con tintes internacionales. en un episodio en el que algunos periódicos imprimieron puro veneno. Fue algo que tardó en apaciguarse y nunca sin secuelas. No luchamos contra toda aquella tormenta de infundios para tener que asistir ahora a una reedición, a propósito de la vil matanza de Barcelona, de las teorías de las conjuras secretas y otras fantasías alucinatorias. 

En una pelea de gallos de fuerzas de la policía todos acaban siendo ridículos. El grado de chapuza de desdeñar el estallido de bombonas de butano por docenas como si fuera el incendio de una campana de cocina es de un amateurismo inédito; y el Ministerio del Interior tiene precedentes, que constan en grabaciones, de que ha servido como base de operaciones de montajes políticos usando recursos del Estado.Que encima aireen sus querellas es más desolador todavía, no es posible tomar partido por uno de estos bandos contendientes; es más, lo meritorio y digno es señalar la irresponsabilidad, y muy seria, de ambos. 

Con estos mimbres urdiéndose toda la semana no era posible que se llegara a la manifiestación del sábado de otra manera a la que se ha resuelto. Discutimos, con razón, la sacralización del «consenso» mitificado de la Transición pero a lo que hemos llegado es a un polo opuesto en que, por supuesto que asumimos que no hay que estar de acuerdo en todo por decreto, pero es que ya no es posible pactar nada, la misma idea de una negociación se presenta como una cesión vergonzosa y la renuncia a principios inquebrantables. Hubo quien comparó imágenes de la manifestación de Barcelona, con una estúpida guerra de banderas, con una imagen de una concentración en Atocha. No había allí más estandarte que los paraguas, que es la heráldica con varillas del desamparo. Y ninguna enseña de ninguna nación la supera.