¿Unilateralidad en la Unión Europea?

Jaime Miquel
Jaime Miquel LÍNEA ABIERTA

OPINIÓN

MARTA PÉREZ | EFE

08 sep 2017 . Actualizado a las 09:11 h.

Siete u ocho de cada diez ciudadanos de 18 y más años de edad de Cataluña quieren votar en un referendo, pero seis de cada diez son contrarios a la declaración unilateral de la independencia. Este último dato cuestiona el éxito de la insumisión colectiva a la legalidad española que promocionan Puigdemont y Junqueras, porque nos dice que no veremos a medio millón de personas viviendo en la Diagonal hasta que Cataluña sea independiente. Si seis de cada diez son contrarios a la unilateralidad debe de ser porque no existen razones suficientes para que la mayoría social arriesgue todas sus seguridades y costeen el procés, las dos cosas. Cataluña no es Ucrania, ni España es Rusia, pero tampoco está en Plutón, está en el sur corrupto y endeudado, como Grecia, Italia y Portugal, y está construida por los mismos poderes y con las mismas trampas que Madrid o Andalucía.

Porque una cosa son los poderes reales, que operan en euros en Cataluña bajo la seguridad jurídica que les proporciona el Estado español, y otra muy distinta es el poder representativo, que determina la actualidad política aunque no tanto el devenir de los acontecimientos. Se entiende con Donald Trump, un señor que está de paso y anuncia actuaciones respecto de Chrysler y General Motors, pero estos llevan más de cien años fabricando automóviles y no se van a mover de México ni les van a tratar como a extranjeros. España es una realidad insoslayable para estos poderes, en tanto que constituye la referencia jurídica para el despliegue de sus actividades; España es el Estado miembro de la Unión Europea y modificar esta realidad al modo unilateral desde el poder representativo es tan utópico como excéntrica es la propuesta de Puigdemont de intentarlo al modo revolucionario. En tiempos de la peseta, aún, ahora ya no.

En la Unión Europea no existen revoluciones ni se emplea la violencia para solucionar los conflictos, luego lo que viene por delante será preocupante para algunos, pero no para la mayoría: la independencia de Cataluña aparece con el 0,9 % de las menciones como el principal problema de España en el barómetro de julio del CIS, el 2,6 % cuando se pregunta por los tres problemas principales.

Cataluña no puede independizarse al modo unilateral, menos aún al revolucionario, pero tanto o más difícil será que el Estado español impida, por cualquiera de sus medios, que unos pongan las urnas y otros metan las papeletas el día 1 de octubre en Cataluña. Y lo que suceda después, con urnas o sin ellas, será vergonzoso por ajeno a las normas de convivencia de la Unión Europea, aunque modernizador, porque fijará el final del posfranquismo, la cultura política autoritaria que nos ha traído hasta aquí y que ya es la momia haciéndose serrín al final de la película. Como el toro de Tordesillas, quinientos años de tradición desmoronándose en un instante. Andalucía no es menos, es española por los cuatro costados, como Madrid, que tampoco es una nación. Las naciones son personas, no territorios.

Jaime Miquel es analista electoral.