La banda de Irma

Manel Loureiro
Manel Loureiro PRODIGIOS COTIDIANOS

OPINIÓN

11 sep 2017 . Actualizado a las 07:23 h.

Son Harvey, Irma, Jose y Katia. Así, en orden alfabético y alternado un nombre masculino con otro femenino, podrían parecer los integrantes de un grupo de pop prefabricado por la industria musical o los hijos de un padre obsesionado con la correlación y el abecedario, pero no se trata de nada de eso. Harvey, Irma, Jose y Katia son los cuatro huracanes consecutivos que en poco más de un mes han golpeado o van a golpear el Caribe y el Sur de los Estados Unidos, todos ellos con una intensidad y tamaño hasta ahora nunca vistos. 

No había sucedido desde que hay registros que cuatro huracanes consecutivos se formasen en un plazo de tiempo tan corto ni con tanta fuerza.

Y es que además no son los primeros de este año: desde el mes de abril, que es cuando se abre la temporada de huracanes, meteorológicamente hablando, ya habían aparecido por el horizonte Franklin y Gert, aunque estos dos no habían tenido la capacidad destructora de esta racha de fin de verano.

El rastro de destrucción y muerte que dejan estos monstruos atmosféricos a su paso es devastador. Irma ha reducido a escombros la isla de Barbuda, el 95 % de sus casas han desaparecido y en palabras de su primer ministro «la isla es ahora prácticamente inhabitable».

Los daños de Harvey al atravesar Houston fueron devastadores y paralizaron durante varias semanas más de un tercio de la producción de combustible de los Estados Unidos y cerca de una cuarta parte de su movimiento de mercancías marítimas, sin entrar en el coste de las reparaciones multimillonarias que ahora hay que afrontar.

La suma de todos estos acontecimientos demuestra que algo está cambiando. Mientras escribo estas líneas, el gobernador de Florida, el republicano Rick Scott, urge a los habitantes de su estado a que se preparen para la llegada de Irma acumulando reservas de comida y agua y protegiendo sus viviendas con sacos de tierra, ante el primer huracán que atraviesa Florida en décadas (y ahora se acercan tres consecutivos).

No es para menos. Con una población de veinte millones de habitantes y una altura media sobre el nivel del mar de cuatro o cinco metros, un huracán con olas de siete metros de altura y vientos de trescientos kilómetros por hora tienen un potencial realmente abrumador.

Lo curioso es que Rick Scott es el mismo gobernador que ha prohibido en los documentos oficiales mencionar las palabras «cambio climático».

Y en un ejercicio de suprema ironía, Mar-A-Lago, la Casa Blanca alternativa de Donald Trump, otro que también niega el cambio climático, se encuentra asimismo en la ruta del huracán y corre el riesgo de ser destruida.

La realidad tiene la mala costumbre de ser bastante tozuda y golpear a los negacionistas en los morros. No sé si se han dado cuenta, pero ya no se habla de calentamiento global, sino de cambio climático.

Las consecuencias de mirar hacia el otro lado ya están aquí, en forma de huracanes y sequías, y solo es cuestión de tiempo antes de que a este lado del Océano nos empiecen a pasar nuestra parte de la factura.

Solo podemos rezar para que no sea demasiado tarde y podamos arreglar algo las cosas. Pero hay que empezar ya. Ayer mismo, a poder ser.