No le queda ni un telediario

César Casal González
César Casal CORAZONADAS

OPINIÓN

17 sep 2017 . Actualizado a las 10:14 h.

España es un país de enterradores. Nos encanta decir que los demás están acabados. Sobre todo a los que aupamos a la fama. Disfrutamos mucho más con las supuestas caídas que con los ascensos. Aplaudimos más a los que se hunden que a los que se alzan. Somos especialistas en dinamitar pedestales. Nos alegra que los pájaros ensucien las estatuas. Ejemplos. Nadal está acabado. Iniesta, fatal. No le queda nada. No da ni un pase a derechas. A Messi que lo jubilen. Contador ya no gana una etapa ni aunque se caiga todo el pelotón. Nos emocionan los desastres ajenos. Son nuestro prime time emocional. Vampiros de los demás. Pero no solo en el deporte. Nos pasa en nuestro entorno. Esos comentarios por lo bajo en la barra del bar: a fulanito no le queda nada. A Menganito lo veo muy mal. Dicen que no tiene nada más que problemas. Está sin un duro. Debe hasta la sombra. «Siempre negatifos, nunca positifos». El pesimismo tiene una legión de seguidores. El fenómeno del gusto por el disgusto se ha multiplicado con las barras bravas de las redes sociales. Ha crecido en número y, encima, se ha convertido en instantáneo. No se analiza con seriedad nada. El pronóstico llega en redes sociales en segundos y se jalea en décimas. Somos los Usain Bolt de que cuanto peor, mejor. Lo hacemos con los políticos, nuestros títeres favoritos con las estrellas del deporte. Mariano no se presenta a más elecciones (ja, ja). Pablo Iglesias perdió fuelle. Sánchez resucitó, nunca mejor dicho, de milagro, pero lo veo justito, justito. Rivera es un zombi. Creo que tiene un papel en la nueva temporada de Walking dead. Es desgraciado ese afán que tenemos por disfrutar con las desgracias. Así liquidamos siglos en minutos: Cataluña ya no existe. Y a España, no le queda ni un telediario.