Cataluña. Talibanes y pitufos-bomba

OPINIÓN

24 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

En una guerra, generalmente, los dos bandos apartan a los menores de edad (pitufos) del combate. Hay excepciones. Los talibanes en Afganistán y Pakistán y el Estado Islámico en Irak y Siria, donde pegan a sus cuerpos explosivos y los hacen saltar en pedazos en medio de la multitud.

En Cataluña, los talibanes de la CUP-Arran, y también los sectores extremistas de ERC, JxSí y del PDECAT (sí, los hay en la antigua Convergencia, que ya lo vio Unió y se des-unió de ellos, de Arturo Mas, el hoy caído, un despojo de miserias, que será el destino de los Puigdemont, Junqueras y Forcadell), han trasladado la lucha agónica a la calle: la ley de la calle es una estrategia efectiva, pero, a medio plazo, lo será solo para la CUP, aunque en la edición catalana de Bildu.

Sin embargo, lo más repugnante y vil es que innumerables profesores (llamarlos así es un sacrilegio para un profesor verdadero) están jaleando a sus alumnos para que se inmolen en la calle. Lo dije anteayer en esta misma columna: el adoctrinamiento en la saña hacia lo español en los tres últimos decenios ha dado sus frutos. Asimismo, innumerables padres transfunden su sangre envenenada a sus hijos, en nada distinto a las transfusiones de Kim Jong-un a su pueblo, y muy reconfortados por la ‘comprensión’ de Putin a su causa, o la guinda del totalitarismo.

Desde luego, estos impúberes y púberes no portan bombas en el tronco, las portan en el cerebro. Y les están reventando los cerebros. Ninguno de ellos, salvo casos aislados muy meritorios, tendrá en el futuro la capacidad de discernir. Serán adultos abominables, y querrán venganza. Entretanto, los chavales de familias constitucionalistas sufren el encarnizamiento de (indecentes) docentes y (crueles) compañeros. Se acaba de saber la historia de un escolar de 12 años de Barcelona, hijo de un guardia civil, al que su maestro le espetó, en plena clase, que la Guardia Civil era una fuerza represora de la democracia. El chico lloró. Me pregunto por las secuelas que ese hijo de puta dejará en su (‘fascista’) alumno.

En las universidades cierran las aulas. El decano de la Facultad de Ciencias de la Información ha pedido a los estudiantes que salgan a defender la libertad. Estos serán los futuros periodistas, aunque solo tienen que ver TV3 o escuchar Cataluña Radio para averiguar cómo encontrar trabajo de inmediato. Hay una profesional (de la prostitución informativa) de esa emisora que se pasa las mañanas pidiendo a los conductores de la Ciudad Condal, especialmente a los taxistas, que comuniquen por dónde circulan los coches de la Guardia Civil y la Policía Nacional. Con un nivel 4 de alerta por la amenaza terrorista, ella, además de hacer su sagrada misión de informar con veracidad una ramera, es una servidora del terror.

La situación, por tanto, es insostenible. Colaboradores de terrorismo (islámico y catalán); pitufos-bomba; mossos que estarían encantados de cargarse a los polis interdictos, y Trapero y su guardia pretoriana haciendo de oficiales militares de la República de Cataluña; Gobierno y Parlamento en rebeldía y riéndose y cagándose en los apestosos españoles; tribunales de justicia sitiados, y cada vez más y más miles de delirantes rabiosos amotinándose en los espacios públicos, solo dejan a la democracia una rendija: la intervención del Ejército. No con tanques, sino a la manera de los militares en París o Bruselas. O esto, o un golpe de Estado a lo Armada, Milans del Bosch y Tejero. Y nos vamos todos a tomar por el culo.

(Lo dijo Joaquín Forn, el consejero del Interior, casi seguro la mente más enjuta de la rebelión: el mayor Trapero no quiere que los mossos estén bajo el mando del coronel de la Guardia Civil Pérez de los Cobos, designado por la Fiscalía del Estado, junto a las policías locales, guardias civiles y policías nacionales. Sabíamos que los mossos, muchos de ellos, repudian a sus compañeros de la bandera a tres bandas. Sabíamos que Forn y el resto del Gobierno de la Generalitat, también. Ahora, por fin, han sido tan valientes como la ‘tapada’ Ada Colau y han confesado. Pues que Dios nos coja a todos confesados en los próximos días).