España y Alemania se enseñan a Europa

OPINIÓN

LUKAS BARTH | Reuters

23 sep 2017 . Actualizado a las 10:22 h.

Desde que Alemania quedó rota por la Segunda Guerra Mundial, el país en su conjunto, y el Gobierno y los partidos de la Alemania Federal, hicieron lo imposible por reunificar la nación y el Estado, para encaminarse de nuevo a la élite del mundo. Es lo contrario, casi, de lo que hicimos nosotros, que, desde que disfrutamos de democracia, hemos resucitado las taifas y los cantones, hemos instalado a los separatistas en instituciones del Estado, hemos ganado pluralismo representativo a base de asignarle escaños a los que, mientras dudan de la España cuya soberanía encarnan, tienen claro que el Valle de Arán e Iparretarrak, los kurdos, los esquimales y las Islas Mauricio son realidades históricas esenciales, que ningún relato puede modificar. Y otra vez, ante el estupor que nos causamos a nosotros mismos, estamos viendo cómo, en los momentos más favorables para crecer, modernizarnos y consolidar nuestro papel en el mundo, entregamos la agenda política del Estado a una reata de separatismos dispuestos a reconocerle entidad histórica a lo que sea con tal de negar a España, y cómo se arría la bandera común para llenar calles y estadios con cualquier otra bandera, real o inventada, o con cualquier pancarta o trapo de colores que sirva para pisotear la identidad española.

Lo curioso es que Alemania no fue un Estado unificado hasta 1870, cuando el Estado español ya se caía de viejo. Y que desde entonces cambió varias veces las fronteras, integró y perdió otros estados, y cayó repetidas veces en la ruina moral y económica. Su historia constitucional mide un siglo menos que la nuestra. Nos derrotó en las terribles ligas de la barbarie, el imperialismo, el genocidio, la dictadura y las masas enloquecidas, y destruyó mil veces más arte y más patrimonio que nosotros sin haber creado más. Pero nunca se negó a sí misma, ni aceptó su división.

Y es por eso que, parafraseando a Aznar, «Alemania es un país más grande que España, y España es un país más pequeño que Alemania».

La coincidencia en este fin de semana del momento en que una Alemania unida, orgullosa de ser un gran Estado y de haber consolidado un modelo de gobernabilidad envidiable, se dispone a elegir a la líder de su país y de la UE, y del momento en que nosotros estamos representando ante Europa y el mundo una payasada cósmica, pone en evidencia nuestra insuperable capacidad de gobernarnos como hacen las gallinas, que escriben con el pico lo que borran con las patas.

Y hoy mismo, mientras las cabeceras de Alemania hablan de Merkel y Schultz, y de su gran Alemania, nuestras cabeceras hablan de Rufián y Puigdemont, y de su maldita coincidencia en querer borrar a España del mapa de Europa. Porque nunca fue tan cierto como ahora que cada pueblo que vive en democracia tiene -¡exactamente!- los líderes que merece y los fantoches que se fabrica.