Partido y Gobierno

OPINIÓN

26 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

La Federación Socialista Asturiana recupera, a partir del próximo domingo, con la confirmación del liderazgo de Adrián Barbón, la distinción entre la máxima responsabilidad orgánica y la institucional en el nivel autonómico, situación que no se producía desde 2011. Además, el nuevo Secretario General ha indicado pública y repetidamente que no optará a la candidatura socialista a la Presidencia del Principado de Asturias, y que, en un periodo breve de tiempo, dejará la Alcaldía de Laviana, centrando su actividad en exclusiva en la dirección del PSOE en Asturias. Responde así a una necesidad hondamente sentida por la militancia y las estructuras locales de la organización, que demandan un esfuerzo suplementario en el fortalecimiento interno del Partido, que, aún teniendo una cuota de poder institucional muy relevante en la Comunidad, claramente ha perdido músculo y afiliación.

Aunque es cierto que en la FSA existía hasta 2011 una tradicional separación de funciones, y que, con carácter general -no sin algunas dificultades- el esquema tuvo cierto éxito, lo que ocurrirá en lo sucesivo tiene muchos elementos distintos de la bicefalia de ese pasado reciente. Por una parte, el contexto político es muy diferente, con la fragmentación de la representación parlamentaria y, como singularidad de nuestra Comunidad, la falta de entendimiento entre PSOE y Podemos, necesaria para dotar de una cierta estabilidad al Gobierno en la Junta General. Por otra parte, el PSOE se recupera de un estado de agitación muy vivo en el que el revulsivo del proceso democrático interno tiene que servir de acicate para la proyección del Partido, sin perpetuar una dinámica conflictiva que puede ser, a la larga, erosiva. Precisamente, el nuevo Secretario General, a juzgar por sus declaraciones públicas de este periodo de «interregno», ha comprendido con claridad que proyectar un mensaje unitario y coherente entre Gobierno y FSA resulta capital en esta segunda parte de la Legislatura, que no será nada fácil. A su vez, existe una disposición más clara en la organización a asumir con naturalidad que la distribución de responsabilidades entre el Partido y el liderazgo institucional, aunque comporte mayor complejidad, no tiene por qué ser problemática en esencia (como frustrante fue, a la postre, la experiencia inaugural de las primarias de Borrell y Almunia de 1998). Y que tampoco debe tratarse de un caso excepcional, superando los periodos en el que el Partido quedaba plenamente supeditado a la estrategia presidencial o se limitaba a ser correa de transmisión y caja de resonancia de las posiciones adoptadas por sus representantes en parlamentos y gobiernos.

Con todo, el cambio más significativo respecto de otras experiencias del pasado puede ser, si cuaja y atrae el interés suficiente entre las personas de orientación progresista sin afiliación, la apuesta generalizada que el 39º Congreso Federal del PSOE ha realizado por la elección de candidaturas a la Presidencia de los gobiernos central y autonómico y a las alcaldías mediante sistemas de primarias abiertas, en las que no sólo puedan votar los militantes sino también aquellos simpatizantes que se inscriban al efecto. Está por ver el desarrollo que tiene este proceso y su plasmación práctica, que puede hacer evolucionar a la organización para que, consolidando la asignación de funciones separadas entre responsables orgánicos e institucionales, y evitando la acumulación de cargos, el Partido constituya, ante todo, un espacio de generación de ideas, movilización, acción y formación política, conexión con la sociedad, construcción del discurso y decisión de las alianzas y líneas estratégicas, sin dejarse atrapar por la absorbente gestión del día a día institucional ni por las urgencias comprensibles de quienes están al frente de la actuación gubernamental. En Asturias, la FSA-PSOE (y seguramente muchas de sus agrupaciones, en los procesos locales subsiguientes) parece que va a apostar con determinación por este modelo, no exento de riesgos, pero que viene exigido por el apremiante deseo de fortalecer la organización y subrayar su condición de actor político principal en nuestra Comunidad.