España tiene una deuda con Cataluña

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

26 sep 2017 . Actualizado a las 07:06 h.

Cuando estamos a solo cinco días de que el independentismo catalán consume el más grave atentado contra el Estado de derecho perpetrado en España desde la restauración democrática, solo comparable al golpe del 23-F, asistimos a un tropel de pronunciamientos en contra de esta locura por parte de muchas personalidades, artistas e intelectuales que no habían levantado jamás la voz frente a un nacionalismo que lleva décadas difundiendo en Cataluña un discurso de odio a todo lo español y alimentando un sentimiento victimista injustificado. A muchos extranjeros, e incluso a muchos españoles, les parece increíble que en la Union Europea y en el siglo XXI haya tanta gente dispuesta a salir a la calle en Cataluña para jalear un golpe de Estado y acosar físicamente a las fuerzas de seguridad para impedir que cumplan lo que les ordenan los jueces. Pero esa es la consecuencia lógica de décadas de adoctrinamiento impune en las escuelas, en los medios y hasta en los programas de entretenimiento en contra de España. Los responsables de que hayamos llegado hasta aquí no son solo esos intelectuales que llevaban tantos años guardando silencio y ahora se escandalizan, sino todos los gobiernos que en España han sido y que, en parte por desidia y en parte por interés electoral, han hecho dejadez de su obligación de hacer cumplir la Constitución y la igualdad de los españoles en todo el país, incluida Cataluña.

Durante décadas, e incluso con el beneplácito de sentencias judiciales, se han permitido barbaridades como que en Cataluña se multe a quien ponga el nombre de su comercio en español o que en un campo de fútbol se coreen ataques a España y a la Constitución. Se ha consentido que se obligue a todos los niños, incluidos los hijos de padres que están de paso o en comisión de servicio en Cataluña, a estudiar íntegramente en catalán sin avanzar en el aprendizaje del español.

Se ha tolerado que se tergiverse burdamente la historia en las universidades, en los libros de texto, en los medios de información públicos y en la mayoría de los privados, sometidos a la obediencia nacionalista a través de millonarias subvenciones condicionadas, para culpar a España de todos los males de Cataluña.

Se ha aceptado, sin que mediara recurso y ni siquiera reproche, que en Cataluña se aprobaran leyes claramente inconstitucionales y que poderes públicos e instituciones marginen e injurien al que no comulga con el credo nacionalista.

Varias generaciones de catalanes han sido educadas en el odio a España sin que nadie lo impidiera. Y nada tiene de extraño, por tanto, que muchos salgan hoy a la calle creyéndose héroes por defender el discurso de fobia a esa España abyecta que les inculcan. Dentro de cinco días, la democracia se impondrá al golpismo. Podemos conformarnos con ello y seguir consintiendo la indignidad. Pero, si se quiere pagar por fin esa deuda con Cataluña, restaurar la democracia, restituir el imperio de la ley y desmontar el andamiaje de patrañas nacionalistas llevará décadas.

El 2 de octubre es un buen día para empezar a ponerse a ello.