01 oct 2017 . Actualizado a las 11:45 h.

En cualquier medio social y cultural la gente ocupa parte de sus días en chismorrear. Por eso, los antropólogos han estudiado el mundo del día a día como una de las claves para entender lo que la gente cree, por lo que el rumor sigue siendo interesante para comprender lo que hacemos los humanos.

Tenemos varias maneras de estudiar o aproximarnos a los rumores. Considerándolos como un proceso social con reglas y con funciones importantes, ya que los rumores ayudan a mantener la unidad de un grupo social, a su moralidad y a su historia. De aquí que sea considerado una evaluación de la comunidad y una reafirmación de alguno de sus comportamientos. Además, los rumores permiten a los grupos sociales tener opiniones diversas sobre un tema concreto detrás de las cortinas de la ambigüedad en una escena que en general buscará el descredito del objetivo del atrevido chismorreo. Más aún, el rumor va a unir a la persona interesada en que la idea que flota se haga cadena de unión entre las gentes del grupo social en el que se transmite el rumor. Un buen ejemplo lo tenemos con «España, nos roba», tan extendido en una de las regiones españolas.

Otra forma de aproximarnos al chismorreo es entender al rumor como un elemento de ataque al otro, al diferente, manipulando las reglas culturales, viendo como la idea que se extiende se hace individual, usándose para rivalizar con los contrincantes. De aquí que el individuo que chismorrea, no lo hace por valores o aspiraciones morales, sino por egoísmo e interés personal no muy confesable, y casi siempre, discriminatorio, y con bastantes signos de superioridad. Es cuando en la misma región del ejemplo anterior, se llama «charnego» a todo aquel que ha venido a trabajar desde otro lugar y ha hecho lo posible por integrarse en la sociedad que le ha dado trabajo.

Y una última forma de chismorreo es la que se utiliza cuando la realidad cultural y las relaciones sociales se representan continuamente como un debate, en donde entra el rumor individualizado que hace la función de una actividad especulativa que afecta a la naturaleza del mundo en el que se vive. Es cuando el chismorreo procura a la persona con un mapa de su entorno social y geográfico mucho más amplio de lo que es en la realidad. Es la idea en esa región española que hemos puesto como ejemplo, de la noción de los llamados «Países Catalanes».

En todo el chismorreo, nunca inocente, se desea transmitir la idea de que el buen lugar, el sitio de la vida feliz y única, debe poseer unas fronteras que sean vigiladas por los guardianes de la ley del lugar que va a diferenciar a los suyos, por ejemplo, por los que hablan la lengua nativa y poseen un nivel de C1, y los que no la hablan. O los que poseen el Rh negativo y los que no lo poseen. Por eso, el hogar para el excluyente no es solo el espacio físico, sino en donde debe surgir de forma embrionaria el territorio que va a dar la felicidad a todos.

La utopía está servida y el rumor es que estos manjares, que se nos tratan de hacer digerir, huelen y saben a otros platos bien cocinados en la historia de los años treinta del siglo XX en Europa.