Sudor, lágrimas y Nobel

Jorge Mira Pérez
Jorge Mira EL MIRADOR DE LA CIENCIA

OPINIÓN

08 oct 2017 . Actualizado a las 08:29 h.

El Nobel de Física 2017 estaba más que cantado, pero lo de los tres galardonados (Weiss, Thorne y Barish) no ha sido llegar y besar el santo. Este martes, en la comida de celebración interna que tuvo con el grupo de cosmología del MIT, Weiss le comentaba a los jóvenes (un gallego entre ellos) lo difícil que habían sido sus comienzos: plantó los estudios (por tema de amores), trabajó como técnico, volvió para graduarse más tarde y tuvo que demostrar que no era «tan tonto como parecía». Cuando empezó a pensar en el detector de ondas gravitacionales tenía poco más de 30 años… y ahora tiene 85. Más de 50 años picando piedra, en los que me imagino los sufrimientos para llegar a esa proeza científica, que crea una revolución cuyos beneficios solo se vislumbran. Por el camino, la búsqueda de aliados: Thorne y Ronald Drever. El fallecimiento de Drever este año le evitó al comité Nobel una elección dura: o él o el estratega del proyecto, Barish (el premio no se puede dar a más de 3 personas). Drever aportó soluciones tecnológicas, pero tenía en contra el haber sido expulsado del proyecto y las voces de Nobeles como Sheldon Glashow o Samuel Ting, que no consideraban relevante su contribución. Apostaría a que en ese camino hasta habrá escuchado lo de «eso no va a salir, es un despilfarro»… Les han dado el Nobel al año de detectar una onda gravitacional, pero medio siglo después de concebir un sueño. La ciencia de primer nivel no es nada fácil, máxime si implica apuestas a tan largo plazo.