Fráncfort/Cataluña

Ramón Pernas
Ramón Pernas NORDÉS

OPINIÓN

14 oct 2017 . Actualizado a las 09:39 h.

Más de tres décadas llevo acudiendo cada año a Fráncfort. Asisto a la feria del libro, un babel de mil lenguas, una epifanía en la que me encuentro con todos los libros que se editan en el mundo. Estoy con los míos y entre los míos. Es una visita anual a Dante y a Borges, me encuentro con Cunqueiro y con Michon. Allí asistí junto con Carlos Casares en la víspera del Nobel a Saramago. Me siento en el corazón del mundo ilustrado.

Estaba allí cuando se presentía la caída del muro de Berlín en el año 1989, y el 3 de octubre del año 90 festejé con los alemanes la reunificación de las dos Alemanias. En el período de los diez años que van desde el 91 al primer año del nuevo siglo, seguí muy de cerca la guerra de los Balcanes.

Y así, entre largas noches de conversaciones, fui configurando desde Fráncfort la Europa que habito. Pero nunca me sentí desorientado y con un discurso tan errático como en este año que tuve que interpretar el «caso catalán» desde una posición que establece mi firme compromiso con la Constitución española y el análisis sostenido en el aparato legal, tratando de desmontar las leyendas urbanas de represiones que no han sido y de paranoias supuestamente emancipadoras donde únicamente se había producido una suerte de golpe de Estado y una avalancha de emociones nacionalistas apoyadas en un sentimentalismo primario.

Los editores españoles estaban moderadamente divididos. El fuerte acento catalán de la edición española, liderada por el grupo Planeta, anunciaba su traslado a Madrid. El stand de los libreros catalanes, la Generalidad mas el Ayuntamiento de Barcelona, con una superficie superior al del Gremio de Editores de España, y justo al lado del institucional de Galicia -por cierto, la presencia de los gallegos y su volumen de negocio es meramente testimonial-, tenía un aire de derrota. Algo estaba sucediendo e incluso en la apagada fiesta española, celebrada como cada año en el Instituto Cervantes y evitando el jueves por coincidir con la fiesta nacional española, rompiendo la tradición de discursos y copas y adelantando sospechosamente un día el acto ritual, tuvo un tono catalán conciliador cuando el presidente de los editores se atrevió a título personal a aconsejar la fórmula federal para moderar el procés. Así como si tal cosa

Fue un feria confusa y un poco triste en la diezmada asistencia española y Cataluña tuvo un protagonismo y una presencia excesiva como si únicamente la cultura escrita, los libros que se editan, fueran una exclusiva catalana. Contar Cataluña era obsesivo y complejo, defender al Estado español evitaba el debate, no se inquiría qué pasa en España, se preguntaba qué sucede en Cataluña. En cualquier caso todos disfrutábamos de esta gran fiesta anual de la cultura.

En el centro de Fráncfort hay un bar que se llama Celona. Muy popular, alguien pegó una pegatina en el borde de una cristalera: «Catalonia is not Spain». Yo estoy seguro de que sí.