16 oct 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Luna llena

Rasgos bien marcados

Orejas de nácar

Nariz de Antiguo testamento.

Así, te vi asomar Señora en plenitud dar tu adiós al joven sol otoñal envuelto en un manto azul transparentando multitud de tonos de todo tipo de colores: en el centro, ya en la última bocanada del ocaso un rojo naranja flanqueado de fusias, verdes, blanquecinos formando figuras cuantas la imaginación en esos momentos del día pueda esculpir o plasmar en el lienzo de un espacio infinito.

Eso es lo que contemplaban mis ojos y proyectaba mi fantasía aún bajo las imágenes de picachos afilados y verdes intensos al dejar Asturias.

Es increíble, llevo 44 años viviendo en Asturias y al pasar la cordillera y me encuentro con ese paisaje plano, seco, recto, frío, distante... Todo lo que quieras. Mi alma se transforma. Vuelvo a mi infancia. Una sensación de otro ser me invade. Soy yo.

¿Qué tendrá haber nacido en un pueblo, no haber renunciado nunca a él y vivir esa sensación siempre nueva cuentas veces al año usamos el trampolín de las distancias; aunque todavía haya que pagar el peaje del Pajares o del Huerna.

Luna, mi alma, mi España está llena de vida, de preocupaciones, de problemas, de tensión. Luna, te lo veo en tus ojeras remarcadas y en esa nariz respingona que no alcanza a llenar sus pulmones con aires no viciados, con aires que mantengan sus venas llenas oxígeno.

La contaminación de estos días, te está ajando la cara. Tus ojeras reflejan tristeza. Esa piel suave, brillante, acogedora y misteriosa, se ha vuelto sin nitidez y misteriosa. Veo en tu mirada la preocupación de una madre vieja en años, llena de ilusión sin tregua.

Contemplo esos surcos de dardos incendiados lanzados en la mudez de las palabras desde ambos lados del Ebro.

¿Dónde están ahora las trincheras?

Hay quienes quieren cortar a ritmo de sierra la España desde los Pirineos al Mediterráneo. Quieren trocear, madre España, tu piel de madre: enfrentar a tus hijos,  ponerte el corazón en un puño y ajar tu belleza morena.

Todos son hijos tuyos, los amamantaste con la misma teta. ¿Por qué, ahora, los nuevos caínes lanzan al bueno de Abel la ijada de guerra larvada de la opresión bajo sutiles tretas?

Triste historia que se repite en esos ciclos absurdos, en esa sin razón que aboca a la división y a las guerras.