Mi vida sin el Procés

OPINIÓN

20 oct 2017 . Actualizado a las 11:20 h.

Como a mi me pilló en el extranjero la que denominaremos a partir de ahora SdP (Semana de Pasión, es decir: 1 de octubre y días anteriores o sucesivos) no fui víctima directa del Procés y sus estertores. No lo fui, y no sabéis lo agradecida que estoy a este hecho. Lo de pirarme fuera de este compendio de naciones otrora llamado España en plena SdP fue con mucho la mejor decisión tomada a lo largo de 2017. Por encima del corte de pelo de marzo y solo superada, eso lo sé ahora, por mi resolución unilateral de no hacer pública mi opinión sobre el susodicho Procés. No hablo de ello en redes sociales y casi nunca en los bares (ayer, por ejemplo, caí en la red y hablé de ello, pero solo cinco minutos). La clave es que el Procés no ocupe en tu vida más que el ejercicio físico. (Porque que sepamos, el Procés NO adelgaza y tampoco está demostrado que sea bueno para el corazón).

No hablar del Procés o Asuntos Satélites del Procés (ASP) (banderas, nacionalismos, radicalismos, detenciones, artículos constitucionales, cartas, vídeos lacrimógenos, cambios de domicilios sociales...) fue duro al principio. Tan duro que creo que soy el primer caso documentado de lengua que se regenera después de caer al suelo, mordida por su propia dueña (osea yo) en varias ocasiones. Pero el lunes hubo un momento clave. Resulta que volvía yo de vacaciones a las corresponsalías de TPA Noticias con el típico choque de sentimientos que va de «¡qué guapo ye esti trabajo!» hasta «joder, yo quiero ser rica, no trabajar nunca más, viajar por el mundo...beber...». Cuando me dio de lleno, y bien tempranito, la realidad de esta esquina del mundo: el fuego.

Fuego que quemaba casas, cuadras, animales, que ponía en serio peligro la vida de personas, que acechaba pueblos, ciudades incluso. Mientras aquí en Asturias cruzábamos dedos para que no hubiera daños personales nos llegaban a cuentagotas las noticias de Galicia (dos mujeres muertas, un hombre muerto, un anciano calcinado...). Y también las de Portugal. Más terribles: «Se elevan a 30 los muertos por los incendios...».

Mirábamos al cielo y, joder, no llovía. No solo no llovía. Parecía que no amanecía. Parecía que el mundo se acababa. Y las llamas seguían y seguían. En Allande, en Cangas de Narcea, en Ibias... ¡Qué desesperación!

Se te cae el alma a los pies cuando escuchas a gente mayor llorar porque lo ha perdido todo. Todo. Se te cae el alma a los pies. De verdad. Y se te pone un nudo en el estómago que tarda en quitarse, que vuelve a enredarse en tu barriga cuando lo recuerdas aunque pasen los días.

Y fue ese nudo en el estómago lo que marcó el momento clave.

Por andar en estos mundos arrasados por el fuego no pude mirar al resto del universo hasta bien entrado el miércoles. Para entonces ya me había perdido un par de capítulos del Procés. Me recordó a mi SdP en el extranjero. Resulta que me había perdido varias rabietas, varios enfados y varios cambios de guión y no había pasado nada. Sabía qué estaba pasando porque en general tengo amigos y conocidos que se han convertido en grandes estadistas, así como expertos en legislación, Constitución y sentimiento patrio. Yo no tuve esa conversión pero se ve que el curso debió de impartirse en la SdP y como ya sabéis, yo estaba fuera.

Total, que preocupada como estuve porque el fuego no acabara con este trozo del planeta tierra donde vivo, dejé de preocuparme por dos trozos de tela (que al fin y al cabo parece ser en lo que se resume todo eso del Procés).

Y encima el miércoles empezó a llover.

El momento clave me dio una lección. Y voy a seguir sin hablar del Procés sin fecha límite (aunque volveré a recaer y seguramente volverá a ser en algún bar).

La táctica será la que llevo usando una semana. Cada vez que alguien me mire y me pregunte o quiera sacarme El Tema, voy a hacer como hacía mi güela cuando yo llegaba contándole el mayor de los dramas, la más dura de las peleas o la aventura más inverosímil.

Miraré a mi interlocutor con los ojos entrecerrados y diré:

-¿Merendaste ya?

Porque al final, lo importante...