El poder de los «Jordis»

M.ª Carmen González Castro
M.ª Carmen González VUELTA Y VUELTA

OPINIÓN

27 oct 2017 . Actualizado a las 07:53 h.

Nunca pensó Valle Inclán que cien años después un catalán iba a disputarle el trono del esperpento. Porque eso es lo que hizo ayer Puigdemont, un esperpento que comenzó con lo que iba a ser una declaración de independencia, se convirtió en elecciones a mediodía, para terminar dejando la decisión al Parlament. ¿Cómo es posible que un presidente de la Generalitat dé bandazos en una cuestión de tal calado como la declaración de independencia? Porque está buscando una solución.

A cualquiera le parecería razonable que Puigdemont, una vez que está con el agua al cuello, que sabe que la independencia no tiene ni una sola opción de prosperar porque no hay argumentos, ni suficiente respaldo social ni económico dentro de Cataluña, y no existe el tan cacareado apoyo internacional, intente buscar la mejor salida para él, para su gobierno y sus intereses. Y eso es lo que ocurrió ayer: que condicionó las elecciones a que se le garantizase que Rajoy no aplicaría el 155 y... ¡oh, sorpresa!, a que se dejase en libertad a los Jordis, Sànchez y Cuixart, los líderes de las dos plataformas independentistas que, financiadas con fondos de la Generalitat, echan a la gente a la calle para apoyar las tesis de ese gobierno que hace meses que dejó de respetar la ley. Horas más tarde, la primera intervención en el pleno del Parlament que va a decidir el futuro de Cataluña corrió a cargo de Lluís Corominas, que empezó su discurso pidiendo la libertad de los Jordis.

Es probable que si el Govern no hace un gesto hacia Sànchez y Cuixart la misma gente que toma la calle contra Rajoy, la tome mañana contra la Generalitat. También es posible que Puigdemont y sus aliados no entiendan que a los Jordis los ha metido en la cárcel una jueza, por eso resulta esperpéntico que le pidan su libertad al Gobierno de Rajoy. Pero que Puigdemont esté dispuesto a jugarse el futuro de Cataluña por los líderes de Ómnium y ANC es un mal chiste.