¿Puigdemont o Platón?

César Casal González
César Casal AL ROJO VIVO

OPINIÓN

NICOLAS MAETERLINCK | AFP

07 nov 2017 . Actualizado a las 07:38 h.

Nuccio Ordine es autor de una pequeña joya: La utilidad de lo inútil. Milito, como él, en la necesidad de estudiar clásicas y a los clásicos. Ahora publica Clásicos para la vida, con una pequeña biblioteca ideal. Y ahí descubrimos cómo necesitamos a los clásicos para entender el disparatado hoy en el que malvivimos. Mientras Cataluña nos desbordaba (y nos desborda), vivimos días y noches extraños, en las que nos vimos en chanclas a finales de octubre al lado de una mesa de hipermercado repleta ya de turrones. Estudiar griego, latín o filosofía nos reconcilia con el paso y el necesario peso del tiempo. Pone los disparates más asombrosos en su sitio. Nada como el pasado para entender el presente. Todo vuelve. Necesitamos la música, los grandes maestros, para elevarnos. No podemos dedicar todo al beneficio. Ordine en su libro recurre a Montesquieu. Y lean qué bien explicó Cataluña, España y Europa hace siglos Montesquieu en sus Pensamientos: «Si supiera de una cosa útil para mi patria pero perjudicial para otra, no lo propondría a mi príncipe, pues, antes que francés, soy un ser humano, o mejor, porque soy un ser humano por necesidad mientras que solo soy francés por azar». Cuánto sentido común lleno de polvo de siglos. Fiel y balanza, para un hoy que apuesta por el azar y por la ausencia total de solidaridad. Con unos politicastros que venden quimeras de humo. Nunca hay que proponer el daño como programa de gobierno. Fatigar viene del latín fatigare y entre sus acepciones están «agotar, extenuar y torturar». Encima buscan cargarse las humanidades de los estudios para tener que soportar más Cataluñas sin capacidad para distanciarse y entender. Adoctrinar, en vez de educar. ¿Quieren un once de futuro, ahora que el fútbol está en todo? Yo lo tengo claro, un 4-3-3 de toda la vida: Beethoven, en la puerta; Parménides, en el lateral derecho; y su discípulo Platón, en la banda izquierda. Centrales: Montaigne y Samuel Johnson, dos sabios para equilibrar cualquier defensa. En la sala de máquinas del centro del campo, un imán, Cervantes. A su derecha, el argentino Borges, para empezar a desequilibrar con quimeras. A la izquierda, Ludovico Aroisto, que ya escribía en el siglo XVI: «¿Por qué causa tiene castigo la mujer que ha amado a uno o a varios, cuando el hombre yace con cuantas se le antoja a su apetito y merece alabanza y no castigo?». En la Historia está todo. Y la delantera para Dickens, Dostoyevski y Balzac, imposibles de marcar. Qué pintan Puigdemont o Rufián al lado de estos genios. Dejemos las novedades absurdas y volvamos a lo sólido.