Qué va a pasar si ganan los «indepes»

OPINIÓN

LLUIS GENE | AFP

11 nov 2017 . Actualizado a las 10:26 h.

Haber convocado las elecciones catalanas el mismo día que se aplicó el artículo 155 es una jugada de alto riesgo. Rajoy lo sabía, pero, puesto ante la disyuntiva de asegurarse un resultado beneficioso para el Estado, o aliviar la presión que ejercían el independentismo y el populismo de Podemos contra la aplicación del 155, el presidente del Gobierno optó por esta segunda opción, de la que obtuvo los inmediatos e importantes beneficios de situar los comicios en el centro de la agenda política, y sorprender a los partidos independentistas con una tarea que aún no querían abordar. Pero el riesgo de que se repita una mayoría independentista, existe, y por eso nos conviene preguntarnos qué datos e intenciones animaron a Rajoy a optar por la opción electoral más arriesgada. Y en ese camino hay que apuntar que, pase lo que pase, la historia ya no puede volver a la casilla de salida, y que Rajoy ya alcanzó cuatro objetivos importantes. El primero, remover del poder al independentismo, y romper las débiles alianzas que solo se mantenían gracias al procés. El segundo, dejar al descubierto la cara de Podemos, y obligar a Colau a medir prematuramente su liderazgo. El tercero, provocar una carrera electoral en la que los independentistas tendrán que competir entre sí y enfrentarse por un voto común. El cuarto objetivo ya cubierto, el más importante, es que estas elecciones se van a celebrar al amparo del 155, lo que viene a significar que este artículo ya tiene definidos su alcance, sus protocolos y su alcance real, por lo que será imposible que la utopía independentista vuelva a funcionar como lo hizo en los últimos años, cuando tenían por cierto que eran intocables, que el Gobierno de Madrid era débil y pusilánime, y que la causa catalana iba a cundir en las cancillerías y gobiernos de la UE y medio mundo. Rajoy cree -y yo coincido con él- que, aunque los partidos independentistas vuelvan a sumar otra mayoría absoluta, ya no pueden actuar como lo hicieron, ni mantener la unidad estratégica que exhibieron. Y que incluso cabe esperar que se generen contradicciones entre líderes que -dentro del marco político actual- potencien las inercias disgregadoras de esa pesadilla que formaron JxSi, ERC y CUP. Claro que también podría suceder que el electorado emitiese su voto desde la desesperación y la irracionalidad, y que obligase a la nueva Generalitat a mantener el pulso contra el Estado. Pero eso, hablando con propiedad, ya no sería política, sino un intento de suicidio colectivo generado por emociones y sentimientos incontrolables. En la crónica de los pueblos se vivieron estas situaciones algunas veces, aunque solo sirvieron para provocar el final de una historia y su sustitución por otra que ya no tenía nada que ver con la anterior. Espero y creo que no será este el destino de Cataluña ni el de España entera.

Hay que apuntar que la historia ya no puede volver a la casilla de salida