Economía y bienestar social

Albino Prada
Albino Prada CELTAS CORTOS

OPINIÓN

13 nov 2017 . Actualizado a las 07:59 h.

La economía española sigue creciendo a tasas superiores al tres por ciento, muy por encima de lo que lo hace el conjunto de la economía europea. Es así que los grandes grupos financieros (que controlan buena parte del IBEX) anotan crecimientos de sus beneficios de dos dígitos. En este contexto, y sin olvidar el que Cataluña tenga un mayor peso económico en la UE que Grecia, y menos aún que es un motor básico de la economía española, conviene seguir evaluando si estamos convirtiendo todo ese crecimiento en progreso, en desarrollo y en bienestar social. Con datos conocidos el último mes el diagnóstico no es nada satisfactorio: porque somos campeones de Europa en crecimiento pero estamos a la cola en indicadores básicos de bienestar social. Sucede esto con la contratación temporal en España que marca los peores indicadores de calidad de la UE. Por ejemplo en que apenas uno de cada diez se convierten en fijos, y que sean cada vez más cortos o peor pagados. Y todo esto mientras se estiman en más de trescientos mil los empleos que se podrían generar si se suprimiesen las horas extraordinarias realizadas, y no pagadas por las empresas. También sigue siendo muy elevado el número de hogares que piden ayuda a familiares o amigos para llegar a fin de mes, hogares que se ven forzados a ahorrar en gastos básicos y que no pueden hacer frente a ningún gasto extraordinario. Al mismo tiempo trescientos mil dependientes reconocidos no reciben ayudas, mientras en los últimos seis años han muerto doscientos mil en las listas de espera (cuarenta mil en el pasado año). Sucede esto mientras el Gobierno asume dos mil millones del coste de las autopistas radiales de Madrid quebradas, pero no cumple con su parte del 50 % en dependencia. El resultado combinado de todo lo anterior es que el porcentaje de españoles en riesgo de pobreza y exclusión se sitúa muy por encima de la media europea. Siendo el riesgo muy superior entre los más jóvenes que entre los mayores; factor este que a su vez se conjuga con que la redistribución de ingresos (de pensiones y salarios) sea muy intensa dentro de los hogares españoles. Y que, por tanto, muchas de las situaciones de pobreza potencial se tornen invisibles. En medio de ese declive la OCDE convierte un innegable éxito de bienestar en España (la muy elevada esperanza de vida, como en Japón o Alemania) en un riesgo para el sistema de pensiones.

Porque el Gobierno apenas hace que prolongar la agonía del Fondo de Reserva de la Seguridad Social con cargo a deuda pública y porque no se espera una reforma que implique, en la financiación de las pensiones, ingresos que no tengan que ver con la masa salarial de la empresas. Todo esto sucede en una economía con un fuerte crecimiento, pero que al hacerlo escindida entre actividades precarizadas y actividades automatizadas hace que se traduzca en deterioro del bienestar social.