El enemigo de la paz

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

15 nov 2017 . Actualizado a las 07:22 h.

Durante décadas se les ha consentido todo. Su poder económico les granjeó aliados dispuestos a mirar hacia otro lado a pesar de la insostenible opresión a la mujer y su constante violación de los derechos humanos. Mientras aquí nos frotábamos las manos con la perspectiva de ganar dinero, en su afán por extender su influencia, no solo política sino religiosa, imponiendo el wahabismo, su visión extrema y retrógrada del Islam, los saudíes tejieron un entramado de organizaciones islamistas con creciente poder desde Marruecos a Pakistán. Organizaciones aparentemente caritativas que fueron el origen de los Hermanos Musulmanes de Egipto o los muyahidines que lucharon en la guerra de Afganistán y que, después, derivaron en los terroristas islamistas más sanguinarios. Además, colaboraron en el derrocamiento del líder laico más fuerte de la región, Sadam Huseín, se inmiscuyeron en Yemen para someter a la minoría chií, aprovecharon el levantamiento sirio para apoyar a parte de la oposición de los partidos religiosos y controlaron el Consejo de Cooperación del Golfo, donde se tropezaron con las ambiciones del emir de Catar. Ahora, con la excusa de la creciente influencia del grupo terrorista chií Hezbolá en la política libanesa, han forzado la dimisión del primer ministro Hariri. Y en este contexto donde la consigna es frenar el avance de la influencia chií de Irán y competir con la suní de Turquía, la masiva detención de príncipes, empresarios y altos dirigentes militares y policiales para allanar el camino al trono de Mohamed Bin Salman amenaza con hacer saltar una nueva chispa.