Tenemos dos problemas

Ernesto Sánchez Pombo
Ernesto S. Pombo EL REINO DE LA LLUVIA

OPINIÓN

15 nov 2017 . Actualizado a las 07:22 h.

¿Es posible que más de la cuarta parte de los jóvenes españoles, el 27,4 %, considere normal la violencia machista en una relación de pareja? ¿Es posible que uno de cada cinco jóvenes de nuestro país, el 21 %, crea que es un asunto muy politizado y en el cual se exagera? ¿Es posible que quienes van a dirigir este país a no mucho tardar vean la violencia machista como algo natural? ¿Qué sociedad estamos construyendo? Ni las 49 víctimas mortales que van este año, ni las 500 de los últimos quince años, han servido para concienciar a la juventud española del grave problema que padecemos y que, por lo visto y vistos los resultados del Barómetro 2017 del Proyecto Scopio del Centro Reina Sofía, no vamos a ser capaces de solucionar en siglos. Porque con justificaciones como en otros países es peor o la violencia va en las dos direcciones, lo único que se consigue es enquistar y endurecer el problema. Y eso que aspectos como vigilar el móvil, controlar a la pareja o los celos, que son los más habituales, los jóvenes entre 19 y 25 años no lo incluyen dentro del concepto de violencia. Con la violencia machista no hay medias tintas. O se está y se justifica o no se está y se combate. Pero, claro, es que existe un gran cinismo. Porque no hay más que ponerse ante el televisor y ver un par de anuncios o dos minutos de un programa juvenil o un reality para comprobar cómo estos grandes grupos mediáticos que presumen de defender causas solidarias promueven y justifican acciones violentas. Convertimos el machismo más asqueroso en espectáculo. Y ese mismo televisor o las páginas de algunos periódicos nos sitúan también ante grandes patriotas que, con sus comportamientos y comentarios denigrantes, realizan una impagable labor en pro de los violentos. Por no hacer mención a las instituciones que comparan a la mujer con monumentos. Como la Catedral de Santiago o la Muralla de Lugo. La violencia machista no es una cuestión de superioridad o de testosterona. Lo es de igualdad y de respeto; sobre todo de respeto. Y de conseguir una sociedad que no nos venda la excelencia masculina. Pero mientras tanto tenemos dos problemas. Uno, la violencia machista. Otro, el 27,4 % de botarates y zopencos que la consideran algo normal.