Periodismo, no «pariodismo»

César Casal González
César Casal AL ROJO VIVO

OPINIÓN

IVAN SEKRETAREVPOOL | EFE

19 nov 2017 . Actualizado a las 11:31 h.

Primero fueron las cacatúas que van a las televisiones y en la pantalla aparece debajo de la cara que tienen el rótulo de periodista, cuando jamás pisaron una facultad. Inundaron las tertulias y convirtieron el periodismo del corazón en un género que no es más que cotilleo con audiencia. Ahora son las llamadas fake news, que es una forma muy fina de decir en inglés: mentiras. Las no noticias. Las noticias inventadas. Las falsas noticias. Las noticias prefabricadas. O sea, mentiras. Otro daño enorme para el san Sebastián asaeteado del periodismo del siglo XXI. 

Otra herida por la que sangrar todos los profesionales que se dedican a este noble oficio, sí, noble, con honestidad. Para todos mis compañeros que contrastan fuentes, que escuchan versiones, que jamás se deciden por una sola interpretación. El periodismo es plural o no es. Pero desde luego no es periodismo ni lo que practican los famosos de la tele ni lo que hacen los hackers desde Rusia para desestabilizar elecciones y países. Eso es pariodismo, de parodia. El palabro fake news ha sido elegido por el diccionario Oxford como la palabra del año. Es para echarse a correr o a temblar.

No hay nada peor para una sociedad que un periodismo moribundo. Los expertos auguran que en el 2018 la mitad de las noticias serán falsas. Una de cada dos. Una barbaridad. Es imposible construir nada sobre el lodo tóxico de la desinformación. Vamos hacia una sociedad sin cimientos. Lamentable. Esa sociedad líquida que ya ha sido definida. Donde nada importa. Una sociedad de bandos y de bandas. Donde los ultras crecen en las urnas, como sube la fiebre de los populismos.

El periodismo era un tipo que iba a un sitio movido por la curiosidad y preguntaba. Y luego preguntaba a los de enfrente. Y luego ponía sobre papel lo que decían unos y otros. Nada que ver con esta serpiente, que ya no es solo de verano, de relleno, que es de todo el año, que recibimos de forma instantánea en las pantallas por las que estamos abducidos y de las que no levantamos la mirada. Algunas pantallas, con sus mentiras, no nos dejan ver ni el bosque ni los árboles. Estamos matando un adjetivo que era clave: fiable. Qué tranquilidad cuando algo era fiable.