Asturias pertinaz

OPINIÓN

25 nov 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Asturias debería ser un silencio incómodo. El momento es uno de esos en los que nadie dice nada o sólo dice vaciedades previsibles y todos se miran porque alguien debería decir algo. Pero ya no es ni eso. La legislatura avanza en blanco, pero el silencio aquí ya no es incómodo, ni la falta de novedades o de política. Ya nos acostumbramos a que aquí nunca pase nada y que lo que ocurra pase por sí solo. Cuesta aceptar que estamos a mitad de legislatura y ya parece que estamos en el tiempo de descuento. Asturias está pasando esta legislatura sólo con sus funciones vegetativas y poco más. Y Asturias no tiene impulso ni inercia que la esté llevando a ningún puerto. Es más bien una de esas peonzas a las que se les acaba la fuerza para seguir girando y simplemente va dando tumbos. En el Telediario a veces comentan alguna exposición de pintura en el espigueo cultural que hacen hacia el final (o hacían, acabo de darme cuenta de que hace tiempo que no veo el Telediario). Alguna vez puse atención a tales comentarios con malicia, intentando imaginar un solo cuadro al que no fuera aplicable la prosa abstrusa y vacía con que explicaba la redacción la exposición. Con los comentarios sobre la situación general de Asturias pasa algo parecido. Salvo algunos detalles de coyuntura, podríamos recortar y pegar columnas de opinión de distintos años y siempre encajarían con lo que está pasando. Sólo que en el caso de los cuadros lo vacío era la prosa, no los cuadros. Y en el caso de Asturias lo vacío es el asunto político y no hay prosa que le dé enjundia.

Lo más importante de la política se expresa en los presupuestos. En Asturias en los últimos años sólo tuvimos prórrogas presupuestarias y presupuestos aprobados por el PSOE con la derecha. Es decir, cuando tuvimos presupuestos, fueron siempre de mínimos y de circunstancias. El zigzagueo de los presupuestos indica lo errático de la situación política. Recordemos las etapas de nuestro extraño viaje. La legislatura empezó con una caída importante del PSOE, que sin embargo se mantiene como primer partido. La izquierda (o las fuerzas del cambio o como se llame) podía formar una mayoría, pero no hubo entendimiento entre PSOE y Podemos y sí entre PSOE e IU, aunque nunca se haya visto claro cuál fue ese entendimiento. Hubo lo justo para que Javier Fernández pudiera ser investido, pero no tanto como para que gobernara con más de un tercio del Parlamento. Todo el mundo se acusa mutuamente de los desencuentros. Pero en este caso es justo señalar sobre todo a Javier Fernández. Él es el que tiene más diputados y el que tiene más representación siempre es quien tiene que buscar y saber encontrar apoyos. Últimamente se puso de moda el principio de que el que gane no tiene que ceder nada y los demás tienen la obligación de dejarle gobernar porque para eso ganó. Pero nuestro sistema es proporcional precisamente para que el que gane tenga que pactar y buscar sus apoyos. Además la legislatura empezó con un apoyo casi sin condiciones de IU. No puede ser sólo la supuesta aspereza de Podemos el problema, cuando ni siquiera quien permitió la investidura con mansedumbre mantiene ahora la confianza. Después sucedió el vodevil del PSOE. Una parte del partido prefirió que gobernara Rajoy a que gobernara Pedro Sánchez y rasgó el propio partido de tanto afán que pusieron en tan pintoresco empeño. La razón es que el gobierno de Sánchez contaría con Podemos y el sector en aquel momento dominante del PSOE prefiere a Rajoy en solitario que a su propio partido con Podemos. Javier Fernández presidió la gestora de aquel estropicio y había sido uno de los barones que aturdieron a Sánchez en las primeras elecciones para que no formara gobierno. Es razonable decir que la trayectoria de Javier Fernández es acreditadamente hostil a acercamientos con Podemos, y más si apuramos la memoria y recordamos aquello del Ayuntamiento de Oviedo. Mientras su gestora dejaba hecho unos zorros al PSOE para poner a Rajoy en La Moncloa, aquí acordaba los presupuestos con el PP. Será casualidad la concomitancia de las dos cosas. Así que la legislatura arrancaba con una mayoría de izquierdas poco propensa a entenderse y teníamos ya en el primer año a Javier Fernández acordando los presupuestos con las derechas, facilitando la Presidencia de Gobierno al PP y cosechando halagos sonrojantes de toda la prensa conservadora.

Pedro Sánchez se hizo rojo en el destierro y gana las primarias porque las bases del partido no se habían embarcado en el viaje extravagante de sus líderes y barones. Javier Fernández queda fuera de sitio como presidente de la gestora y su pacto presupuestario con el PP ahora queda como una excentricidad. Para que todo se enrede más, Barbón y sus sanchistas ganan la Secretaría de Asturias, con lo que el partido en Asturias se distancia de Javier Fernández y, lo que es más divertido, del propio grupo parlamentario. En algunos sitios no precisamente pequeños hay incluso una reprobación explícita del Presidente. Así que Fernández queda en minoría en el Parlamento y desautorizado por su partido. La línea oficial del PSOE ya no es la línea del Gobierno del PSOE. Adrián Barbón apoya al Gobierno, dice, pero Javier Fernández gobierna con su sombra sobre la cabeza como si fuera la Panza de Burro de Las Palmas. Ahora dice que él no será un obstáculo para los acuerdos que consiga la FSA con otras fuerzas de izquierda. Con media legislatura por delante, ese es el fuelle: que el Presidente no sea obstáculo. Eso sí, pone sus límites. La oficialidad del asturiano estaba tan ausente del programa electoral del PSOE como la rebaja fiscal del impuesto de sucesiones, relevante en lo económico y crucial en lo político. Pero unas ausencias estaban más ausentes que otras de las intenciones.

No se trata de que ahora Javier Fernández esté haciendo mal. Ahora no tiene opción fácil: ni quedarse, ni dimitir, ni convocar elecciones es fácil. Simplemente la situación ahora es así. Podemos, sobre todo Podemos, debe entender que las derrotas internas de Fernández sí crearon una situación favorable para entendimientos con el PSOE. Algunas cosas que Podemos debe aspirar a cambiar, como las prácticas clientelares, las canonjías que están en mente de todos o las opacidades políticas no se pueden cambiar con un acuerdo que se firme. Tiene que ser en un día a día desde una posición de fuerza y esa posición se alcanza con un acuerdo que convierta a la formación en un verdadero socio de Gobierno. Es importante que la actual mayoría progresista sea la que dé forma al servicio escolar de 0 a 3 años que está sobre la mesa y que parecen querer todos. La derecha quiere hacer con ese ciclo una gigantesca donación a la Iglesia a través de la enseñanza concertada. El ansia doctrinal de la derecha y la Iglesia es más impetuosa que la de los independentistas catalanes. Podemos e IU tienen que entrar ahora en la estructuración de este nuevo servicio público para evitar su tergiversación sectaria. Seguramente ahora el ofrecimiento de Javier Fernández no tiene la carga de escepticismo que tuvo otras veces, porque su extraña situación no le deja otra opción lógica que un pacto de largo alcance con IU y Podemos.

Los problemas de Asturias (económicos, de despoblación, de organización metropolitana, de comunicaciones, …, los de siempre) son complejos y resultado de haber dejado a su aire demasiado tiempo demasiadas cosas. Los populistas creen que las cosas tienen causas sencillas y se arreglan con actuaciones sencillas. Los inmovilistas creen que todo es tan complejo que no encuentran el momento y manera de empezar, de tantas cosas que hay que aclarar de antemano (piénsese, como ejercicio, en la eutanasia o la oficialidad del asturiano). Los políticos operativos no simplifican como los populistas las soluciones, pero sí simplifican los problemas como para que sea sencillo el siguiente paso (o el primer paso). A ello deben aplicarse Podemos e IU, a simplificar en cada momento el siguiente paso en las tareas complejas. Que hagan un esfuerzo por sacarnos de esta modorra.