El diablo se viste de tuit

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

26 nov 2017 . Actualizado a las 08:01 h.

No hay día que los medios de comunicación no nos escupan algún tuit escandaloso, nauseabundo o cabreante, de individuos que, con todos mis respetos, no quiero ni me interesa conocer por una cuestión de salud mental.

Ha cambiado el medio y el mensaje se ha viralizado infectando a todo aquel que pasea tranquilamente por las redes. Es una epidemia, una epidemia que se está llevando por delante no solo el lenguaje, sino la mismísima moral.

Es un virus conocido, siempre ha habido portadores humanos capaces de contagiarlo, pero nunca habían dispuesto de un vector de transmisión tan rápido y global como las redes sociales.

Las redes sociales son como una taberna o un botellón, donde la gente -esté con efectos especiales o no- dice lo que piensa sin ningún límite. Los insultos, amenazas, maldiciones y demás dagas del lenguaje vuelan por las redes dirigiéndose a alguien, pero hiriendo a todos los demás sin compasión.

Estas tabernas no cierran nunca ni tienen derecho de admisión, tienen barra libre de palabras y total libertad de pensamiento. Se puede mentir, insultar, maldecir y vomitar en 180 caracteres la última borrachera emocional.

Los vecinos de estas tabernas tenemos que aguantar los cánticos regionales, las peleas, las deyecciones y los trapicheos de esta gente sin poder hacer nada.

Las redes sociales son salvajes y anónimas, no disponen de manual de estilo alguno. Es precisamente esta falta de límites -o de civilización, que es lo mismo- lo que las hace potencialmente tan peligrosas.

En las redes se pierde el principal valor moral para convivir civilizadamente, que es el respeto: no solo el respeto a la autoridad, las canas o la sabiduría, sino al otro, sea quien sea.

Kant decía que a todas las personas se les debe respeto por el simple hecho de ser personas y ser seres racionales libres. Lo mismo que han predicado todas las religiones y lo mismo que ha sostenido cualquier sociedad civilizada. El respeto es el padre de la tolerancia y sin ellos no se puede concebir una relación sana con el prójimo.

Las redes sociales no se han construido sobre estos cimientos morales y se tardará mucho en civilizarlas. Mientras tanto, a los últimos mohicanos que guardemos el fuego sagrado del respeto solo nos queda aguantar a esta muchedumbre de maleducados, ignorantes y estafermos; y luchar para que no infecten a nuestros seres queridos.

Viendo las perlas de maldad que se exhiben por las redes sociales, pienso en la frase de Karl Kraus que cita el maestro Santiago Lamas en su ensayo sobre el mal: «El demonio es optimista, se cree que puede hacer peores a los hombres».

El diablo se viste de tuit.