Pamela

Fernanda Tabarés
Fernanda Tabarés OTRAS LETRAS

OPINIÓN

03 dic 2017 . Actualizado a las 08:33 h.

Comprendes que el asunto se nos ha ido de las manos cuando escuchas cómo Risto le pregunta a Pamela Anderson si está a favor de la independencia de Cataluña. La actriz mantiene la estructura neumática de antaño con los matices que da el tiempo, pero contesta con el aplomo ensayado de un buen tertuliano. El estampado animal print que embute su anatomía y esa melena demasiado oxigenada enmarcan una sentencia digna de Ortega: «Hay muchas pequeñas españas dentro de España, por lo que parece». Lo que parece es que la muchacha ha dejado los flotadores para convertirse en prosélita de Assange, al que visita en la embajada de Ecuador en Londres en la que vive refugiado y enclaustrado.

El asunto catalán no solo conmueve a Pamela. Una pastelería de Badajoz etiqueta los buñuelos con un resolutivo «Cataluña es España» y compone banderas con rosquillas rojas y gualdas, puede que eficaces en la cruzada política pero terribles para la vista. Debe de ser que el fervor unionista se mastica mejor con almíbar y que el lazo territorial se mantiene firme gracias al mensaje subliminal de las torrijas. En Francia, la escasez de mantequilla provocó en octubre una crisis identitaria sin precedentes desde la guerra mundial. La grandeur se alimenta de cruasanes aunque al final han sido los asturianos los que han metido beurre a esgalla por Perpiñán para disolver el aprieto social que ya se mascaba en el ambiente. Paradojas chauvinistas. Mientras Pamela y la pastelería pacense nos mantienen la nuca firme mirando al este, el Gobierno se ha ventilado la hucha de las pensiones. Son los mismos que en el 2008 nos acusaron de vivir por encima de nuestras posibilidades, los que proclamaron que la economía de un país se gestiona como una casa. Si es así, se han ventilado la universidad de la niña. No sé qué opina Pamela.