Lord Jones ha muerto

OPINIÓN

09 dic 2017 . Actualizado a las 09:07 h.

La cosa empezó con un invento llamado periodismo ciudadano y acabó esta semana con la UE desmintiendo que vaya a prohibir los kebabs. La culpa fue de los teléfonos móviles, a los que habrá que conceder un papel definitivo como agentes de la nueva era. Un día cercano, cada ser humano encontró una cámara de fotos y un teletipo en su celular y con ambos decidió que podía explicar el mundo sin el engorro y la intermediación de los periodistas y los periódicos. Las noticias pasaron a ser circunstancias con las que la gente se encontraba y los procesos de contraste y los mecanismos del oficio, una antigualla innecesaria. Se llegó a considerar más una cuenta de Twitter a veces anónima que una cabecera sometida al imperio de la ley y obligada a respetar principios como la veracidad y el derecho a la intimidad. Los periódicos se equivocan a diario pero sustituirlos por la banalidad incontrastable de un huevo llamado Agente naranja no nos conducirá a nada bueno.

Hubo un tiempo en el que los ciudadanos concedían valor de fe a lo que publicaba su periódico de cabecera. Era una confianza aposentada en miles de desayunos acompañados del tacto áspero del papel prensa y el olor ácido de la tinta. Puede que muchas empresas violentaran esa certidumbre de veracidad pero también hay doctores que fallan y no por eso abandonamos la medicina por la homeopatía.

El periodismo ciudadano es como las seudociencias: un oráculo, que satisface a corto plazo pero que puede provocar la muerte del paciente que sustituye la terapia médica por el agua con gas.

Es cierto que hay ejemplos rechamantes de periodistas que en grandes cabeceras ejercieron más bien una literatura de fabulación. En el año 2004 Jayson Blair fue expulsado de The New York Times por inventarse noticias. Pero el escándalo provocó la dimisión del director del rotativo y de su adjunto. Habían puesto en peligro el valor más sagrado de un periódico: su credibilidad.

En realidad el precursor de todo esto de las fakenews se entrenó en la prensa tradicional. Se llama Tommaso Debenedetti. Durante años publicó entrevistas con grandes personajes que resultaron ser falsas. Hace tres años mató a Vargas Llosa en Twitter. El escritor estuvo muerto durante veinte minutos a pesar de que su corazón palpitaba a buen ritmo. Debenedetti se presenta a sí mismo como el campeón mundial de la mentira, un activista dispuesto a demostrar que hoy todo es simulación y que la ausencia de referentes informativos fiables ha desdibujado los límites de lo que es cierto, con consecuencias terribles para el planeta. La victoria de Trump es un ejemplo.

Chesterton dijo que el periodismo consiste en decir «Lord Jones ha muerto» a gente que no sabía que Lord Jones estaba vivo. Hoy el periodismo consiste en decir que Lord Jones está vivo aunque se haya publicado que está muerto.