¿Dónde está la salida del laberinto?

César Casal González
César Casal AL ROJO VIVO

OPINIÓN

Javier Etxezarreta | EFE

22 dic 2017 . Actualizado a las 07:00 h.

Más de un millón de votos para Inés. Más de un millón para nada. La victoria más cruel. 37 escaños, un alarde catastrófico. Una clave: por el lado secesionista se presentaron esta vez tres fuerzas. Por el constitucionalista (si es que se puede contar la calculada ambigüedad de Podemos) se repartieron las papeletas cuatro fuerzas. La noria de la ley D’Hondt premió más veces al primer grupo. Otro detalle fulminante: la sobrerrepresentación de las tres provincias pequeñas frente a Barcelona. Resultado, la secesión pierde dos escaños, pero mantiene una mayoría de 70 diputados, que no se verá afectada por baile de restos o de voto exterior. La fractura del país sigue siendo tan absoluta como la mayoría de Puigdemont, Junqueras y la CUP. En votos gana España. En escaños, no. Se puede rezar desde Madrid para que los líos y peleas entre el presidente fugado, el candidato encarcelado y los radicales cuperos entierren la posibilidad de un nuevo gobierno independentista. Pero lo que salió ayer fue eso. Encima con el aval de un 82 % de participación masiva. Aunque el constitucionalismo llega casi a dos millones de papeletas, el partido se ha perdido. Se pueden dar mil explicaciones. Se puede caer en la des-facha-tez típica que vimos con el brexit y con Trump y subrayar que ganaron los malos porque sus votos vienen del rural y de las provincias del interior. Que pierden en la luminosa Barcelona, porque los urbanitas son más listos. Pero transitar esa ruta es cargarse la democracia. No se puede luchar contra décadas de cebar con la chequera al enemigo. Este despropósito nació, creció y se desarrolló con la pólvora del rey, de un Rey al que le faltaron en la manifestación por el atentado yihadista. Viene de antes. Franco les regalaba fábricas para tenerlos tranquilos, como altos hornos al País Vasco. No solo se les reconoció la identidad, además se regó con millones de pesetas, primero, y, luego, de euros. Para tenerlos tranquilos. Hasta que llegó la crisis y explotó el café para todos. Entonces nos encontramos una crisis territorial sin precedentes. Generaciones y generaciones adoctrinadas en el España nos roba. Los números de la herida son tan dramáticos que repetirlos enferma. Dos millones de votos españoles (sumando a Podemos). Y 1,9 millones de independentistas. Cataluña partida, dañada, ¿para siempre? ¿Cómo se sale de este laberinto? La curiosidad más fuerte: hizo más caja con la fuga Puigdemont que Junqueras con la prisión. Puigdemont recaudó más con la fórmula de president en el exilio. 68 era el número de la cábala santa y lo superaron. Bingo. La cifra para enredar. El corazón tiene razones que la razón ignora (Blasie Pascal, siglo XVII, Francia). Es más fácil movilizar manipulando, vendiendo la agresión, el ataque, los presos, los lazos amarillos. Demasiado triunfalismo en España con el 155. Nunca hay que celebrar hasta que se pita el final. No fue suficiente el susto tremendo de la economía (el miedo más fuerte: el de perder las nóminas). Ahora se multiplicará la fuga de empresas. Habrá más daño económico. Había identidad catalana.