Silencio, por favor

Luis Ferrer i Balsebre
Luis Ferrer i Balsebre EL TONEL DE DIÓGENES

OPINIÓN

24 dic 2017 . Actualizado a las 08:17 h.

Ya está, ya vale, ya hemos atravesado el rubicón catalán y pronto pasarán las fiestas; atrás quedarán los campos yermos y salpimentados de cadáveres políticos, papeles de regalo, décimos de lotería sin chepa y potas sin desengrasar. Es el momento de parar las atracciones y exigir un tiempo de silencio necesario, benéfico y reparador. Es cierto que del ruido puede extraerse información relevante, pero no la verdad, esa solo se obtiene desde el silencio. Para la meditación tántrica sin silencio no hay aliento; para el yoga y el budismo zen solo en el silencio se puede ser.

La mística cristiana hace del silencio de la oración un paso previo para encontrarse con Dios. Para Pascal, la salud mental es proporcional al tiempo que uno pueda permanecer sentado en una habitación, solo y en absoluto silencio. Castilla del Pino escribió todo un tratado sobre el silencio: defensivos, elaborativos, comunicativos, expresivos, agresivos, reparadores… No es lo mismo el silencio del culpable que el de los amantes, como tampoco es lo mismo el silencio que otorga la respuesta que aquel que ofende desde la indiferencia.

Nada tiene que ver el silencio del artista con el silencio del atormentado; el silencio del goce con el silencio del miedo. Los silencios pueden ser los pasajes más emotivos de las grandes composiciones musicales, algunos calderones de la novena de Beethoven o de las variaciones Goldberg son más sonoros que toda la melodía. El exquisito sello de grabación ECM tiene como lema: «La mejor música después del silencio» y fue precisamente el sonido del silencio el que consagró a Simon y Garfunkel.

Hay silencios que exasperan y otros que tranquilizan; hay gente que vive del ruido y otra -curas, prostitutas o psiquiatras- que alivian con su silencio.

Ortega distinguía al hombre por su capacidad de ensimismamiento frente al resto de los animales que para sobrevivir tienen que estar permanentemente atentos al ambiente, es decir, enajenados.

Los únicos minutos de silencio consensuados socialmente son los solidarios, los de los rostros cariacontecidos a las puertas de las instituciones después de una desgracia. Que se callen todos por favor, que nos dejen descansar un rato Puigdemont, Trump, Maduro, el del Despacito, los tertulianos, el Rufián y todo el griterío coral que les acompaña. Propongo que se declare la semana nacional del silencio y que se instaure en colegios y universidades el ejercicio del mismo como asignatura optativa.

Coger toda la palabrería de este año agónico que ha violentado nuestra tranquilidad junto con todo el ruido de fondo de esta patria nuestra ruidosa y vocinglera, para construir una enorme hoguera de silencios donde poder pasmar, calentarse y serenar el alma. ¡Feliz Navidad y silencioso año nuevo!