Un artificio de intención electoral

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

OPINIÓN

Quique García | EFE

29 dic 2017 . Actualizado a las 08:19 h.

Resulta enternecedor ver cómo desde las filas del PP y PSOE quieren lanzar a Inés Arrimadas a la presidencia de la Generalitat. La empujan a tomar la iniciativa política. La presionan para que presente su candidatura para encabezar el Gobierno autonómico. Le dicen que en algo se tiene que notar que ganó las elecciones del pasado 21 de diciembre. Le hacen de todo, menos las cuentas. Y como no le hacen las cuentas, las cuentas no salen de forma adecuada. 

Tendría que producirse un suicidio político del independentismo, una ruptura traumática e irreconciliable entre sus dos principales líderes, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, para que la señora Arrimadas reuniese escaños suficientes para desbancarlos. Y aun con esa improbable ruptura tendría que producirse una enorme conversión ideológica de Comunes/Podemos para que facilitasen esa investidura. Se le dice que negocie, pero ¿cabe en alguna cabeza un acuerdo entre Ciudadanos y Esquerra o el PDECat?

La situación para Inés Arrimadas es incluso peor que la de Mariano Rajoy en enero del año 2015. En aquel momento el presidente tenía muchos interlocutores posibles: podía negociar con el PSOE, con Ciudadanos, con algunos nacionalistas, y de hecho lo intentó, porque no había barreras infranqueables por principio. Y, sin embargo, Rajoy tuvo que declinar el encargo del rey de formar gobierno hasta que cayó Pedro Sánchez. ¿Por qué ahora los hombres de Rajoy hacen como que se escandalizan porque a Arrimadas no le salen los números? ¿Con qué derecho le presionan, después del pobre resultado que obtuvieron tanto el PP como el PSC en las recientes elecciones?

Hay una frase del coordinador general del PP, Fernando Martínez Maíllo, que contiene la explicación de la estrategia de su desafío: «A Ciudadanos le da vértigo gobernar». Esa frase no está dicha para la Generalitat. Está pensada y dicha para el resto de España. Marca el comienzo de una ofensiva compartida por los partidos Popular y Socialista ante las próximas elecciones municipales, las autonómicas y las generales.

Los estudios demoscópicos dicen que Ciudadanos les robó votos a ambos. Y a ambos les tiemblan las piernas de pensar que pueda ocurrir algo parecido en el conjunto de España, que Ciudadanos esté ganando voto urbano como en Cataluña y conquiste ayuntamientos como antesala del Gobierno del Estado.

Por tanto, hay que frenarlo. Mariano Rajoy ya lo intentó con su estrategia en las legislativas del año 2015 alegando que votar Ciudadanos era tirar el voto, pero aquella idea no le funcionó. Lo volvió a intentar en los recientes comicios catalanes con el mensaje de que los miembros de la formación naranja no tienen experiencia de gestión, y funcionó menos todavía. Ahora, en muy sospechosa sintonía con el PSOE, empiezan a pregonar que les asusta gobernar porque no saben hacerlo ni tienen equipos preparados para ello. Eso es la presión sobre Inés Arrimadas: un artificio de intención electoral. En vez de analizar en qué falla cada uno, se dedican a desprestigiar a un partido constitucional. La política española es así. Siempre ha sido así.