Crimen y castigo

Manuel F. Blanco LOS SÍNTOMAS DE LA CIVILIZACIÓN

OPINIÓN

06 ene 2018 . Actualizado a las 10:11 h.

Se suele decir que el criminal siempre vuelve al lugar del delito. Es verdad. No siempre vuelve en el sentido literal. Pero siempre vuelve a repetir su acto o a intentarlo. Lo hace aunque esto lo delate. Incluso, en ocasiones, precisamente por eso: en la búsqueda inconsciente de un castigo. El coronel Jambrina, de la Guardia Civil, declaró sobre Abuín: «Él sabía que le vigilábamos y aun así ataca a una joven». Sí, atacó a una joven en Boiro repitiendo el procedimiento usado con Diana, y en la misma zona. Además, el día anterior, había conminado a otras chicas de la zona a subir a su coche. Y sabemos que había sido denunciado hace años, por la hermana de su mujer, por intento de agresión sexual.

Podríamos pensar que es alguien poco inteligente, y que eso explica la torpeza que llevó a su detención. Pero no demostró torpeza, sino cálculo, en la destrucción de pruebas del presunto secuestro, agresión sexual, y asesinato de Diana. La ocultación del cadáver en una nave abandonada, pero frecuentada por jóvenes, donde había trabajado, y a pocos metros del domicilio familiar de sus padres, hace recordar La carta robada, de Poe. El mejor modo de ocultar algo puede ser esconderlo delante de todo el mundo. Si no es un problema de inteligencia, la clave está en lo que lo empuja al criminal a la repetición que lo descubre.

La pulsión no admite el no. Es siempre un sí. Por eso Abuín pudo tomar todas las medidas para borrar las huellas de su crimen, y luego delatarse mediante el impulso irreprimible de repetir el acto. Su fijación pulsional está en el auto de prisión del juez, donde dice que es una persona con un gran riesgo de reiteración delictiva y sitúa con gran precisión clínica los rasgos que encuadran el pasaje al acto de su perversión: observa en Abuín un interés manifiesto hacia las chicas jóvenes, de cabello moreno y largo, para asaltarlas en lugares aislados.

También resulta llamativa la confesión inmediata de su crimen y del paradero en el que había ocultado el cadáver de su víctima. Los agentes destacan que, con la confesión, es como si se quitara un peso de encima. Como en otros casos, la repetición criminal tiene su costado de búsqueda de castigo.