Magos

José Francisco Sánchez Sánchez
Paco Sánchez EN LA CUERDA FLOJA

OPINIÓN

06 ene 2018 . Actualizado a las 10:08 h.

Tardé bastantes años, unos treinta, en aprender la importancia de dejarse regalar. Ocurrió cuando empecé a dar clase. Aparecían de vez en cuando alumnos con algún regalo y, como es natural, los rechazaba. Incumplía así un consejo que le había escuchado a mi abuelo materno: «Si te dan algo, cógelo; porque si te lo dan por afecto, se llevarán una alegría muy grande; y si no, que se aguanten». El caso es que, al resistirme, producía dolor en quien pretendía mostrar agradecimiento: un rechazo que, además, podría significar que interpretaba mal un gesto desinteresado. Al advertirlo, sufría yo también, como si rompiera algo. Al final, di con una solución que funcionó muy bien. Compré en la tienda del aeropuerto de Atlanta un puñado de lápices de colores llamativos y, a la vuelta, los coloqué todos juntos en un tarro de barro cocido, de esos que se usan para las cuajadas, y los dejé sobre el escritorio. Quedaban bien. Cuando venían los alumnos, inevitablemente, se fijaban en ellos o incluso se ponían a jugar con alguno. Cundió la idea de que coleccionaba lápices, de modo que con el tiempo llegué a acumular cientos de todas las formas, colores y procedencias sin padecer ningún reparo por aceptarlos como presentes. Porque aquellos lapiceros eran algo significativo e insignificante a la vez. Significaban: «Vi este lápiz y me acordé», que es mucho significar, pero carecían de valor material. Algunos procedían de hoteles o de otros establecimientos. Era lo de menos, los recibía con mucha fiesta, porque, de hecho, siempre me alegraban. Lo insignificante, lejos de restarle valor, potenciaba lo significante. Lo multiplicaba y por mucho, con esa magia de los Reyes Magos.