España y la desmemoria selectiva

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

Emilio Naranjo | efe

07 ene 2018 . Actualizado a las 09:34 h.

Ireneo Funes -uno de los personajes inolvidables de aquel argentino cascarrabias, anglófilo y burlón que fue Jorge Luis Borges- tenía una memoria portentosa: «Más recuerdos tengo yo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo». En España, país olvidadizo, donde solo para según qué cosas se reivindica la memoria, haría falta un Funes el memorioso. Por ejemplo, para recordar el papel esencial que jugó Juan Carlos I en el proceso democrático. Más allá de los tópicos al uso («motor de la Transición», «padre de nuestra libertad») la importancia del hoy llamado, para desgracia suya, Rey Emérito, puede resumirse, sin tanta pompa, de un modo simple y realista: sin él la Transición habría sido sencillamente más difícil y, probablemente, mucho más difícil.

Por eso, dejar fuera de los actos de celebración del 40 aniversario de las elecciones generales a quien entonces era jefe del Estado constituyó el pasado año un acto de cobardía y venganza vergonzoso: de cobardía frente a una sociedad crispada con el mejor período de nuestra historia colectiva; de venganza, por hacer pagar a quien fuera Rey de España unos errores que ya había purgado con su inevitable abdicación.

Ayer, tarde, mal y a rastro, trató de corregirse la miseria moral de hace medio año, que demuestra que fiarse de una opinión pública voluble es como hacerlo de la orientación del viento mientras dura una galerna. Un Funes como el del Borges podría recordarnos otras cosas relevantes: que antes de que sus herederos destrozasen la memoria del Partido Comunista de España y renunciasen de un modo ignominioso a su legado, hubo un partido que luchó por la libertad durante años y ayudó con todas sus fuerzas a construir la democracia de la que reniegan Alberto Garzón y compañía; que el PSOE no fue siempre el batiburrillo de oportunismo y demagogia en el que lo convirtió Rodríguez Zapatero cuando optó por hundir en el olvido la decisiva contribución de muchos socialistas a levantar este país; o que tampoco se hubiera alcanzado ese objetivo sin el compromiso por la libertad y la democracia de esa derecha que califican ahora de autoritaria unos dirigentes políticos convencidos de que ser progresista consiste en renegar de la corbata y ser de izquierdas en llamar fascista a todo el que defiende la mejor Constitución de las muchas que ha tenido España a lo largo de la historia.

Anteayer, en una entrevista en RNE dijo Joan Tardá, dirigente de ERC, que Oriol Junqueras y demás rebeldes presos son rehenes del régimen político español.

Funes le habría recordado a Tardá que sobre rehenes Junqueras podría preguntar a su admirado Arnaldo Otegi, quien fue condenado en 1989 por la Audiencia Nacional a seis años de prisión por el secuestro en 1979 del director de la fábrica Michelín en Vitoria, Luis Abaitua.

Pero como en España los posibles Funes están de vacaciones, pasa lo que pasa.