El pozo de Donald Trump

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

NICHOLAS KAMM | Afp

15 ene 2018 . Actualizado a las 07:58 h.

Su origen es germánico. Por sus venas corre sangre alemana y escocesa. Es alto y tiene una complexión fuerte, luce cabello rubio y ojos azules. Es bien parecido. El prototipo sajón. Siempre ha vivido en un entorno privilegiado. Es un tipo simpático, con iniciativa y ambición desmedida. Pero, sobre todo, es un hijo malcriado incapaz de aceptar un no por respuesta. Con 13 años, su mala conducta le lleva a una escuela militar. Logra salir adelante, supera la disciplina y se gradúa en economía con especialidad en el sector inmobiliario. Pese a los altibajos, logra triunfar en los negocios hasta convertirse en la fortuna 113 de su país.

El éxito económico no satisface su ego. Ni siquiera su larga lista de conquistas aplaca su ansia de más. Así que, en cuanto puede, se enrola en un reality show. Cogido el gusto a lo mediático solo le queda afrontar un último reto: llegar a la presidencia de su país con un programa racista, xenófobo y proteccionista. Y lo logra, aunque las sospechas de colaboración rusa y sus turbias relaciones con las mujeres lastran su idea. A pesar de todo, llega a la Casa Blanca y ebrio de poder se siente invencible pero, sobre todo, intocable, por lo que se dedica a expresar sin ningún tipo de miramiento todo cuanto le viene a la cabeza. Aunque ello suponga insultar a diestro y siniestro y crear graves problemas diplomáticos. No parece tener límite. Sus últimos comentarios sobre los salvadoreños, haitianos y africanos no solo le desacreditan a él personalmente sino que a su país. Un país que, incapaz de echarle del cargo, prefiere buscar candidatos para las próximas elecciones. Está claro que está cavando su propio pozo.