El elefante

Tino Novoa EN LA FRONTERA

OPINIÓN

BENITO ORDOÑEZ

17 ene 2018 . Actualizado a las 07:03 h.

Decía ayer Felipe González que, siguiendo la lógica de los secesionistas, podrían investir presidente a un elefante, ya que el reglamento no lo prohíbe. Al mismo tiempo, Albert Boadella recordaba a Tarradellas para ironizar sobre la absurda pretensión de Puigdemont. «¡Ciutadans de Catalunya, no sóc aquí!». Si Valle-Inclán resucitara, es probable que volviera a la tumba avergonzado por la ingenuidad de su obra en comparación con la astracanada sin parangón de los secesionistas catalanes. Por higiene mental, quizás fuera oportuno tomárselo a broma. Pero es imposible ante la perseverancia de Puigdemont en saltarse la legalidad y despreciar los más elementales fundamentos de la democracia. En su afán por solucionar su situación personal no le importa mantener secuestrada la voluntad política del soberanismo. Cada uno de sus disparates da una vuelta de llave más a la cerradura de las celdas de Junqueras y compañía, frena un poco más los intentos de ERC y de su propio partido de reconsiderar su deriva. Las apuestas personalistas son siempre peligrosas en política, y cuando se combinan con proyectos totalitarios se convierten en especialmente desastrosas. El empecinamiento de Puigdemont amenaza con hacernos revivir las vergonzosas sesiones parlamentarias del 6 y el 7 de septiembre. Pero no puede ser que se haya aplicado el 155 en vano y volvamos a las andadas. Es obvio que el voto delegado de los huidos es ilegal. Pero aún es peor la concepción de la democracia que subyace a la pretensión de una investidura y de un Gobierno en ausencia. No cabe mayor autodescalificación. Ni siquiera la de que gobierne un elefante.