Bisbal y la ley de Murphy

Beatriz Pallas ENCADENADOS

OPINIÓN

07 feb 2018 . Actualizado a las 08:27 h.

Un apagón inoportuno en la última feria tecnológica de Las Vegas dejó de pronto a oscuras ese lugar de culto para los amantes de los dispositivos inteligentes. Durante un rato, un muestrario de cachivaches de última generación que esperaban maravillar al mundo se convirtieron en un montón de chatarra carísima en busca de enchufe.

Esa misma fragilidad se experimentó en la final de Operación triunfo cuando un fallo técnico en la mesa de sonido dejó sin actuación a la gran estrella que todos esperaban.

Todo en la gala iba transcurriendo según lo previsto, muy lentamente y con mucho relleno, para desembocar en la victoria de Amaia. Tras el paso de Raphael y Pablo Alborán, el regreso de David Bisbal al escenario que lo vio nacer se reservaba, como un caramelo, para el momento dulce de la noche. Fue ahí donde la ley de Murphy demostró que todo lo que puede salir mal saldrá mal. Extraños ruidos psicofónicos fueron presagio de una avería que dejó al plató sin micrófonos. Lo que iba a ser una traca final de ritmo latino, con apoteosis de Camina a todo trapo, acabó en una confusión que el presentador despachó con solvencia. También Bisbal estuvo al quite. Salió a dar unos consejos de autoayuda para alcanzar el éxito y a reivindicar la voz a capela como instrumento analógico sin cables. Al final la verbena se convirtió en un unplugged.