La caldera de Oriente Medio

Yashmina Shawki
Yashmina Shawki CUARTO CRECIENTE

OPINIÓN

15 feb 2018 . Actualizado a las 07:37 h.

¿Qué pasa con las heridas que se curan en falso, esas que dejan de supurar hacia afuera pero cuya infección continúa corrompiendo la carne hasta convertirse en un agujero negro que lo engulle todo? Pues que, o abrimos, cortamos y limpiamos o acaban por gangrenar la sangre y matarnos. Eso es lo que lleva pasando en Oriente Próximo desde que el Imperio Otomano sucumbió ante los aliados y su territorio fue dividido en función de intereses ajenos a los de su población. Se crearon estados ficticios y no se solventaron las rivalidades seculares entre árabes, persas y turcos, entre musulmanes suníes y chiíes, entre árabes y judíos... Ello ha fomentado desencuentros, abusos y odios que no han sido tratados como debieran y que han acabado por convertir a la región en un agujero negro donde el derramamiento de sangre es diario y cualquier mal gesto puede desembocar en un enfrentamiento armado. 

Así, cinco guerras directas entre árabes y judíos, varias intervenciones bélicas en países como Líbano y Siria y levantamientos diversos se han saldado con setenta años de destrucción y odio que han condicionado de manera dramática la vida de generaciones sin visos de solución. Por eso, cuando un dron iraní que había invadido espacio aéreo israelí, fue destruido por los hebreos -que a su vez enviaron un avión para atacar una base iraní en suelo sirio, siendo este derribado por las defensas antiaéreas de Al Asad- saltan las alarmas. La escalada de la tensión verbal entre Israel e Irán alentada por el claro posicionamiento de Trump lleva amenazando tormenta desde hace meses, una tormenta que con estas provocaciones pueden convertirse en un huracán devastador precisamente cuando más se necesita templanza para acabar con la guerra civil siria, la del Yemen y el Estado Islámico.