Esperando las elecciones

OPINIÓN

19 feb 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

En Asturias parece que ya no hay mucho que hacer hasta las próximas elecciones en mayo de 2019. El Gobierno, que no ha sido especialmente despierto en esta legislatura, administra más que gestiona con un presupuesto prorrogado con el que con toda probabilidad habrá que llegar hasta los comicios. Está al final de una etapa incómoda, en la que el presidente Javier Fernández, que no va a continuar, no concuerda ni con la dirección regional ni con la nacional del PSOE. Más que un pato cojo como denominan en Estados Unidos al presidente saliente que ya no puede volver a presentarse es un pato sin alas, que no puede casi ni andar. Dejarse llevar por la corriente y poco más.

Si acaso el único que sobresale es Fernando Lastra, presunto aspirante a ser el candidato socialista, y que en unos pocos meses se ha convertido en un gobernante capaz de enfrentar los problemas. Como las infraestructuras son tan atractivas informativamente ha desempolvado proyectos inacabados y propuestas adormecidas para con la connivencia del ministro de Fomento, Iñigo de la Serna, desatar nudos viejos a los que nadie prestaba atención.

Frente a la figura emergente del consejero Lastra, la Federación Socialista Asturiana vive un momento de incertidumbre, acosada por el problema de las térmicas, el conflicto interno de la UGT con el SOMA ?baluarte básico del socialismo asturiano-, el juicio de Villa, el censo para elegir al candidato (¿solo afiliados o también simpatizantes?), el lío del asturiano y la ausencia de un nombre con proyección suficiente para presentarse a esas primarias. Pero sobre todo, como ocurre en España y en Europa ?salvo Portugal-, la socialdemocracia está desdibujada, sin discurso, indefinida, desbordada. Y, además, Adrián Barbón, el secretario general, sanchista desde el primer momento, prometió en su día que no sería el candidato. Desdecirse es muy común en política pero se pierde credibilidad. Y no están los tiempos para regalos.

En estas circunstancias y, salvo milagro, el próximo gobierno asturiano será una coalición previsiblemente complicada, fruto de uno o más acuerdos a regañadientes y con equilibrios inestables. Justo lo que mejor le viene a la democracia porque obliga a tomar iniciativas imaginativas y a pactar todo, pero también lo que más daña a la reputación de la política y a sus integrantes que aprovechan cualquier resquicio para zancadillear al rival. Y ahora no estamos en el mejor momento para esos juegos viendo como avanzan las propuestas populistas y con tentaciones autocráticas en toda Europa. Pero resultará inevitable asistir a ese espectáculo. Y mientras tanto la nave va.