Cristóbal «Trumpiño» Montoro

Albino Prada
Albino Prada CELTAS CORTOS

OPINIÓN

01 mar 2018 . Actualizado a las 08:12 h.

Después de que el Tribunal Constitucional declarase que la amnistía fiscal de Cristóbal Montoro suponía «la abdicación del Estado de sus obligaciones: de hacer cumplir con la igualdad y la progresividad en el deber de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos», el ministro ha sacado pecho y, ante las últimas movilizaciones de pensionistas, ha prometido rebajas fiscales que compensen la pérdida de poder adquisitivo del colectivo. Resultado: menos igualdad, menos progresividad y menos sostenimiento del sistema.

Porque tal rebaja no beneficiaría a la inmensa mayoría de los pensionistas, que ya están exentos del IRPF por sus escasos, y menguantes, ingresos. Pero, sobre todo, porque supondrá un nuevo gasto fiscal regresivo que lamina el sostenimiento del gasto público.

Sin embargo, es muy cierto que nadie debiera darse por sorprendido con aquella amnistía y esta rebaja, porque tanto PP como Ciudadanos tienen por escrito que los ingresos públicos desde ahora al 2020 no superarán el actual 38 %, y que nada se reducirán los ocho puntos que nos alejan de la media europea.

También (como analizaban dos excelentes matemáticos en el libro Matemáticas: placer, poder, a veces dolor) porque, con tal déficit inducido de ingresos, el diabólico factor de revalorización anual que el comité de expertos de la reforma del 2013 presentaba como una verdad matemática no es más que pura ideología austericida.

¡A buenas horas nos damos por sorprendidos de la máquina infernal de las rebajas y deducciones fiscales combinada con las matemáticas del ritmo de ajuste!

Claro que existen otros caminos para salir del atolladero. Hacer que la actual recuperación del PIB (con menos y peor empleo) no se concentre cada vez en menos manos (que controlan cinco de cada diez unidades de renta y solo aportan una de cada diez). Así, por ejemplo, que las cotizaciones mensuales (con las que se cubren las pensiones) se calculen no solo sobre la masa salarial, sino con otra parte que dependa del resto del valor añadido. Y así, de paso, evitar que unas actividades sean costaleras del sistema y otras gorronas.