Otra carrera de armamentos

Miguel-Anxo Murado
Miguel-Anxo Murado EL MUNDO ENTRE LÍNEAS

OPINIÓN

KREMLIN

03 mar 2018 . Actualizado a las 09:40 h.

Hay que reconocerle a Vladimir Putin que sabe cómo hacer interesante un discurso soporífero en televisión. Cuando la cosa empezaba a decaer, soltó la bomba. Literalmente: anunció que Rusia dispone de dos nuevos sistemas de lanzamiento de misiles nucleares «imparables». ¿Es un farol? Él dice que no y, aunque eso es lo que dicen todos los que juegan de farol, en este caso hay una parte de verdad. Parece ser que sí es cierto que Rusia dispone ya de una especie de torpedo nuclear de largo alcance que no puede ser detectado. También hay una parte de exageración: el misil ultraveloz de vuelo bajo que anunció Putin se cree que está todavía en la mesa de diseño. Es igual, antes o después estará ahí.

Se entiende que la Casa Blanca ponga el grito en el cielo por el hecho de que Putin anunciase las nuevas armas con un vídeo en el que se ve como golpean Florida, precisamente donde el presidente Trump tiene una casa. Pero, aparte de esta travesura, el anuncio era previsible. Trump lleva semanas presumiendo de la modernización de su arsenal nuclear, e incluso ha hablado de usarlo contra Corea del Norte. En diplomacia, todo lo que se dice tiene consecuencias. No se puede absolver a Putin, cuyas poses amenazantes son anteriores a la elección de Trump, pero tampoco se puede culpar del todo a Trump.

Fue George W. Bush quien decidió, imprudentemente, abandonar el Tratado de Misiles Balísticos en 2002. Y fue Barack Obama quien, dándole la vuelta a su promesa de 2009 de «un mundo sin armas nucleares», puso en marcha en 2015 el mayor programa de gasto en armamento nuclear de la historia de EE.UU. desde la guerra fría. Esos son los nuevos submarinos nucleares, bombarderos estratégicos y «armas tremendas» de las que habla Trump a todas horas.

No es la retórica de Trump, sino las acciones de Obama lo que requiere de una explicación. La tienen, si uno acepta la tesis de que en 2014, tras la anexión de Crimea, Rusia se disponía a atacar Europa. El arsenal nuclear norteamericano estaba entonces llegando al límite de la obsolescencia. Por eso Obama podía hacer sus promesas de desarme: hubiesen salido gratis. Pero los sucesos de Ucrania, probablemente exagerados por la propaganda y un cierto grado de paranoia, echaron a perder aquella ocasión de oro para hacer del mundo un lugar más seguro, o al menos un lugar con menos armas nucleares.

Desde entonces, y sin que se hable demasiado de ello, estamos de vuelta en una carrera de armamentos muy parecida a la de la guerra fría. En cierto sentido, es más peligrosa, porque ahora existen más países apuntados en ella. El anuncio de Putin es solo un peldaño más en esta escalada. Pero también implica un riesgo para él. Las armas nucleares no solo son devastadoras en la guerra, también pueden destruir la economía de quien las fabrica. Ronald Reagan logró arruinar a la URSS a base de forzarla a gastar en armamento a un ritmo que no podía permitirse. Puesto que la guerra fría parece que se repite, puede que acabe igual.