Debates en la torre de Babel

OPINIÓN

Emilio Naranjo

15 mar 2018 . Actualizado a las 07:22 h.

Cuando la política está bloqueada, se produce el paradójico efecto de que, cuanto más se la agita, más estéril resulta. Y por eso me atrevo puentear los enquistados debates de estos días para hablar de los tres escenarios o niveles de la política, y para hacer una breve reflexión sobre el Babel que estamos construyendo. El primer nivel se genera en los bares, en las sobremesas y en los grupos de acción social integrados por afectados y colectivos de abaixofirmantes. Su naturaleza -lejos de estar referida a la cultura, la riqueza o la edad de los participantes- está definida por su tendencia a abordar los problemas de uno en uno, aislados del contexto, y desde una perspectiva siempre interesada. Y esa es la razón por la que este primer nivel se caracteriza porque todos los problemas son muy fáciles de resolver, todos los análisis que se realizan son obvios y todas aquellas soluciones que se ejecutan dependen de un recurso barato e inagotable llamado «voluntad política». La conclusión en este caso es igual de clara: la culpa de todo lo que sucede la tiene el Gobierno, que miente más que habla, y la única solución es echarlo de sus sillones.

El segundo nivel reside en los parlamentos y corporaciones institucionales y en los todólogos y articulistas que, como yo, llenan de estériles soliloquios las tertulias, las pantallas, las redes sociales y el papel impreso. Se trata de un nivel un poco más sofisticado, porque unos y otros se vigilan entre sí como pistoleros de una película de vaqueros y porque, dado que todas las paridas enunciadas quedan registradas, permiten hacer balances y comparaciones periódicas que descubren y castigan a los más cantamañanas. El problema es que este nivel también permite tratar los problemas de uno en uno, abordarlos con oportunismo y parcialidad, y concluir que casi todo es obvio y fácil de arreglar «si hay voluntad política».

En el tercer nivel solo se encuentra el Gobierno, que tiene que abordar todos los problemas a la vez, asumir las contraindicaciones que hay entre las soluciones posibles, echar la cuenta al coste y a la dinámica de cada demanda, preocuparse de los ingresos, de las prioridades del gasto, de las deudas y de la sostenibilidad de los servicios. Y por eso este nivel está lleno de enormes dificultades y de soluciones aparentes. De ahí se deduce que los Gobiernos tienen la culpa de todo, se desgastan rápidamente, se equivocan diciendo que sí, que no o absteniéndose, y carecen de la piedra filosofal -la voluntad política- que en grado infinito se le atribuye.

Por eso les propongo un ejercicio muy útil para saber de qué va la estéril política de estos días. En vez de hablar de las pensiones -o de la prisión permanente revisable- sin salir del primer nivel, hagan el esfuerzo de imaginar el mismo debate en los tres escenarios, primero como diputados o periodistas, y después como Gobierno. Y enseguida entenderán el famoso mito de la torre de Babel, que les impidió a los hombres encaramarse al cielo.